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Carbón
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Si terminamos por poner en la picota la Transición, al final todos acabaremos dudando de que la única cosa que supimos resolver con consenso los españoles en la segunda mitad del siglo XX también la hicimos malHan llegado los Reyes y a más de uno le han traído carbón. A pesar de la legislación europea. A falta de otras gollerías, por lo menos les servirá, si tienen estufa, para aliviar la cuesta de enero. Carbón para el Congreso de los Estados ... Unidos, que no termina de superar las barbaries del trumpismo, y carbón para el zar Vladimir Putin, que no acaba de encontrar una fórmula válida para rendirse, a pesar del agujero negro en el que ha metido a su país. Y a todos de rebote.
Las temperaturas se endurecen y la Guerra Fría no termina de congelarse. Quizás porque la sangre es demasiado caliente. Ahora ya sabemos que la fractura de las sucesivas crisis que vivimos desde que se inauguró el siglo XXI no solo han hecho mella en los cimientos de occidente. Las fórmulas políticas que asumieron los bloques después de la Segunda Guerra Mundial parecen agotadas, pero no tienen visos de renovación. De hacerlo, su camino no parece que sea precisamente el de la profundización en la democracia. Ni siquiera los chinos, cansados de pescar cada día menos en el río revuelto de los demás, parecen capaces de detener el deterioro.
Carbón para nuestro propio modelo, que se empeña en mostrar sus debilidades, sus insuficiencias, sus contradicciones. En el Congreso estadounidense, con la persistencia correosa de los búfalos, que han obligado a los historiadores a mirar hasta 1859, justo en el preludio de la guerra de Secesión, para encontrar un caso de bloqueo como éste. Y en el de España, con un broche de oro al año loco de las leyes locas. Lo último, el efecto boomerang del impuesto a las grandes fortunas, que en su aplicación podría llegar a beneficiar a millares de ricos en toda España… en perjuicio de los pobres, se entiende.
Carbón también para el Gobierno, cuando esperaba juguetes con los que poder jugar a su gusto en el Tribunal Constitucional. Ha sido el CGPJ el que al final ha movido ficha.
Y ahora, además de a César Tolosa tendremos ahí a nuestra María Luisa Segoviano, que participará en primera persona en esa pugna de poderes que todavía está lejos de alcanzar una solución acorde a derecho. Y carbón para el Presidente, si es verdad lo que dicen las encuestas: que los votantes del PSOE ya prefieren mayoritariamente a Yolanda Díaz antes que a Pedro Sánchez… ¿Vencerá el galleguismo?
Pensando en esta fecha en los Reyes, en el carbón, en la democracia y en los gallegos (de Sanxenxo), resulta también inevitable pensar en otro caso no resuelto a satisfacción democrática: el del Rey emérito. Es natural. Si el camino de los que están ahora en el poder ha sido, y sigue siendo, el de deshacer el ovillo de la historia hasta terminar por poner en la picota la Transición, al final todos acabaremos dudando de que la única cosa que supimos resolver con consenso los españoles en la segunda mitad del siglo XX también la hicimos mal. Más dudas sobre el sistema. Y más energía, negra como el carbón, para quienes quieren sustituirlo… ¿sustituirlo por?
Una epifanía, en todo caso, tan vibrante como la que vive la Iglesia tras la muerte de Benedicto XVI en este arranque del 2023. Ahora será Francisco, antes de decidir algo sobre sí mismo, quien decida sobre si el papa Ratzinger será santo súbito o doctor de la Iglesia.
También en el Vaticano los tiempos han cambiado. Lo cierto es que la liquidez de los sistemas políticos afecta también ya de lleno a los palacios romanos. Teresa de Jesús tardó 40 años en lo primero, y 388 en lo segundo. Hay cosas de palacio que parecen no cambiar nunca. Otras, sin embargo, se diría que ya no van tan despacio. Incluso que van demasiado deprisa.
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