Las caras y las almas
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«En el juego político, como en el póquer, no gana el que de verdad tiene las mejores cartas, sino el que engaña mejor a los otros recurriendo a la impenetrabilidad del rostro»Dicen que la cara es el espejo del alma, pero hay caras que no nos permiten, ni por asomo, adivinar qué le sucede en verdad al alma que se esconde detrás de unos ojos, de una sonrisa, de una mueca. Lo pensaba la semana pasada ... viendo los rostros del alcalde de Málaga, del presidente de la Junta de Andalucía, del presidente del Gobierno, durante la ceremonia de entrega de los premios Goya. Lo pensaba viendo los chistes flojos, las canciones cutres, las frases vacías, los lugares comunes, las consignas de lo políticamente correcto, la apocalipsis del ego en una fiesta que se celebraba al lado mismo de la tragedia. Trece muertos al paso del temporal. ¿A nadie le conmovió lo que acababa de pasar allí mismo?
Es igual. Nos hemos acostumbrado de tal manera a la representación, al trampantojo, que a todos nos ha parecido de lo más normal utilizar la entrega de los premios del cine para denunciar las devastaciones del cambio climático, y olvidarnos sin embargo de sus efectos sobre personas reales, sobre conciudadanos, sobre vecinos, unos metros más allá. Con el culo al aire de los presentadores terminó la gala de los Goya, y así me pareció que se quedaba nuestra sociedad ante los muertos. Ante los muertos de verdad, no los del eslogan ni el manifiesto.
Decía André Maurois que ser sincero no consiste en decir todo lo que se piensa, sino en no decir nunca lo contrario de lo que se piensa. Pero algunos van más allá. Cuando hoy dicen exactamente lo contrario de lo que dijeron ayer, tratan de convencernos de que son coherentes. En lugar de mentirosos. Como en el retrato de Dorian Grey, la sonrisa de sus rostros esconde la perversión de sus almas. Así hasta que un día se desbarata el engaño. Y entonces cara y alma, cuerpo y espíritu, terminan por mostrarnos la misma verdad podrida. Como le ha pasado, por ejemplo, al todavía presidente de la Generalitat: hemos hecho lo posible y lo imposible., hemos engañado a todos los que hemos podido, pero al final hemos fracasado. Eso sí, lo volveríamos a hacer.
El espectáculo puede con todo. En el juego político, como en el póquer, no gana el que de verdad tiene las mejores cartas, sino el que engaña mejor a los otros recurriendo a la impenetrabilidad del rostro. Ejemplos hay para dar y tomar. Aquí y en el último rincón del mundo. Porque lo que vale para Pedro Sánchez, para Pablo Iglesias o para Gabriel Rufián, maestros de la interpretación, sirve también para Boris Johnson y su sonrisa de triunfo sobre el 'brexit'. O para Donald Trump y sus chistes sobre el muro de la frontera mexicana. Quizás consista en eso la globalización. En un paripé sin fronteras. Caído Torra, ¿.qué es lo que uno ve detrás del rostro de Oriol Junqueras, el hombre que de verdad manda sobre nuestros corazones y nuestras vidas? A mí me da la impresión de que en su caso lo que dice su rostro es la verdad. Lo que pasa es que su verdad es terrible. Así que al final el público, como el cliente, siempre tiene la razón. Lo mejor es quedarse con las sonrisas y el culo al aire de la ceremonia de los Goya. Y dejar a los muertos en paz. Si llueve, ya escampará.
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