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Si se habla de fuerzas y contendientes la primera imagen que acude a mi memoria es aquella tan paradigmática del ya anciano Cardenal Cisneros, quien al ser interrogado por los nobles acerca de las razones que le convertían en regente de Castilla, decide dar unos ... pasos hasta el balcón del palacio y señalarles los cañones y soldados del patio de armas: «Estos son mis poderes». No sé si Cisneros pronunció esa frase o pertenece a la leyenda, pero la verdad es que resume muy bien la idea de efectivos beligerantes y voluntad de pelea. En el plano de la política (sin caer en el 'cinismo' de Von Clausewitz: «La guerra es la continuación de la política por otros medios») también operan, como es lógico, los conceptos de fuerza, equilibrio, disponibilidad, eficacia… Solo que en vez de ejércitos, artillería, soldados, enemigos… hablamos de adversarios, votantes y programas políticos.
Tras décadas de bipartidismo, la idea de un electorado que tiende a fragmentarse y dividirse como teselas de un mosaico multicolor es percibido de manera inquietante por un gran número de españoles habituados a una sucesión de 'partidos fuertes' –si cabe denominarlos así–, alternándose en las responsabilidades del gobierno central. La irrupción de fuerzas minoritarias y segmentadas sigue pareciéndonos un fenómeno raro, circunstancial, episodios transitorios, propios de una democracia joven y de las típicas 'crisis de crecimiento'. Una especie de adolescencia política.
Pero tal vez esa percepción, aun siendo amplia, no es atinada, porque si durante años el bipartidismo del PSOE y del PP nos parecía inamovible, ahora nos parecen con vocación de futuro un hemiciclo con Ciudadanos, Podemos, Vox y hasta el partido de Íñigo Errejón. Si la irrupción de un partido de ámbito nacional con posibilidades reales de obtener escaños era anteayer un fenómeno insólito, ahora basta un puñado de personas con una mínima arquitectura comunicativa y algo de visibilidad en redes sociales para transformarse en eso que se denominan 'fuerzas emergentes' y ocupar unos cuantos escaños en el Congreso si aciertan eligiendo, con precisión milimétrica, aquellas circunscripciones donde los equilibrios de fuerzas –o, mejor, desequilibrios– les permitirá convertirlas en fructíferos caladeros de votos. ¡Ale hop!
En tiempos del Cardenal Cisneros la artillería y los soldados equivalían al poder. Pero hace dos siglos ya nos enseña Joubert que «un pensamiento es algo tan real como una bala de cañón». Si Joubert viviera entre nosotros probablemente en vez de 'pensamiento' hablaría de 'relato'. Si consigues transmitir un 'relato', hacerlo creíble, dispones de un arma más efectiva que cualquier pieza de artillería. Con un buen 'relato' quizás no resulte necesario, incluso, ni programa político. Consumo masivo de píldoras propagandísticas en las que prima la envoltura del medicamento antes que su posología.
No obstante, con elecciones a la vuelta de la esquina y un panorama nacional e internacional más que inquietante, no cabe recurso al pesimismo. Ni a la melancolía. Si como dice Remy de Gourmont, «la política depende de los hombres de Estado tan poco como el tiempo de los meteorólogos», habrá que sacar al santo en procesión, aunque el tiempo no esté 'lloveor' y haya que acudir con la nariz tapada.
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