Canguelo

En el entorno del secretario general, que no líder, del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, intentan recomponer la figura después del meneo sanchista al Consejo de Ministros. Cuando en el telediario de Vicente Vallés, en Antena 3, escucharon un lunes la información de que el burgalés Tudanca entraba en las quinielas para un ministerio, empezaron a frotarse las manos. Consumados los relevos, y habiéndose quedado compuesto y sin cartera ministerial, trabajan (un verbo a todas luces excesivo para calificar la labor que desarrollan los miembros de esta ejecutiva regional socialista) pensando en su congreso autonómico, el que garantizará a la troupe tudanquista, con él a la cabeza, sitios en las listas para las autonómicas de 2023 de a más de 90.000 euros de retribución pública. Y así, tranquilidad y buena mamandurria otros cuatro años, hasta 2027. Imposible no preguntarse quién puede querer esforzarse por ganar elecciones y gobernar si en la oposición, incluso por no hacer nada, se cobra más que en la Junta de Castilla y León.

Ampliar

Pero el dontancredismo en el que han caído muchos dirigentes socialistas en Castilla y León no impide ver que hay canguelo, cuando no pánico, en las filas del partido. No ya solo por lo pueda hacer Pedro Sánchez para conformar su nueva ejecutiva federal. La llegada de Óscar López a La Moncloa como director de gabinete del presidente ha provocado que algunos se echen a temblar al desconocer con qué ganas de venganza llega de nuevo a la primera fila de poder este madrileño disfrazado de segoviano que, pese a haber abandonado estas tierras sacudiéndose el polvo de las sandalias, no ha olvidado la larga fila de compañeros de partido que celebraron su marcha.

Ampliar

Quien desde luego se ha quedado sin su apoyo esencial, huérfano del todo en Ferraz, es el delegado del Gobierno, Javier Izquierdo, exalto cargo de Ábalos en la primera etapa ministerial y designado para representar al Ejecutivo de Sánchez en estas tierras sin pasar por la anuencia de Tudanca. A este ni le preguntaron y desde su entorno se insiste ahora en la idea-fuerza (idea y este PSOE regional, oxímoron) de que su secretario general, que no líder, mantiene una estrechísima relación política y amistad personal con Adriana Lastra, la que manda ahora en Ferraz con todas las complacencias de Sánchez. Y cuentan, primero, que Izquierdo lo de vender y promocionar las políticas del Gobierno en estas tierras como que no lo practica con donosura; segundo, que se ha equivocado de rival a la hora de criticar a la Junta, dejando libre al presidente Alfonso Fernández Mañueco, conformándose con meterse con un Francisco Igea, vicepresidente, portavoz y consejero de todo lo de Ciudadanos excepto Cultura (porque no llega) que siempre le gana en la bronca callejera; y tercero, los incidentes que no evitó como delegado del Gobierno a Ábalos en León, cuando el alcalde José Antonio Díez le cantó al ya exministro las cuarenta por la falta de inversiones en León, y al titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que tuvo que soportar una protesta en la Plaza Mayor de Valladolid cuando fue a esta ciudad a presentar la reducción de velocidad en vías urbanas por considerar Pucela modélica en movilidad. Le tienen ganas desde la dirección regional a Izquierdo quien, no se olvide, fue elegido para la ejecutiva federal en el anterior congreso, a propuesta de su protector Ábalos. El ascensor de la política es lo que tiene: te puede subir a un piso muy alto, pero como empiece a bajar, frenarlo es difícil. El ascensor de Izquierdo ha dejado de subir. Y le queda la prueba de fuego de la Conferencia de Presidentes en Salamanca el día 30.

Toca hacerse el dontancredo en el PSOE. A todos los niveles. Al menos hasta el 17 de octubre, cuando se clausure el congreso federal, en el que en este momento nadie, excepto Pedro Sánchez, sabe lo qué pasará.