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Hay líneas que nunca es gratuito cruzar; fronteras de las que, si queremos regresar, hemos de pagar un precio. Y no me estoy refiriendo a esas divisorias del conocimiento que, una vez traspasadas, modifican nuestra alma. Bajar al infierno y volver exige un alto peaje. ... De esos sitios emergemos cambiados, el acceso a ciertas realidades nos convierte en otras personas. Frankenstein, Doctor Jekyll, la propia Alicia... Adán y Eva. Quizás Ulises.
Pero no nos metamos en las honduras del alma humana y pensemos más bien en los sacrificios que, por ejemplo, nos exige la enfermedad. Para volver a ser quienes fuimos, o para salvar la vida, muy a menudo tenemos que renunciar a cosas, modificar nuestros hábitos. Para no morir, para recuperar la salud, nos vemos obligados a dolorosísimos tratamientos, a duras operaciones, a dejar de lado lo que ayer no más considerábamos imprescindible. Yo qué sé: el tabaco, el alcohol, la carne, el chorizo... Hasta el pelo. Añadan ustedes lo que quieran, recuerden los sacrificios o renuncias que les exigió la enfermedad. Los médicos son los grandes Pigmaliones, los que nos modelan hasta hacernos otros.
También hay gente, poca, que dice que no; que no acepta la quimioterapia, la operación, la mutilación. Que prefiere morirse. Vale, es una opción.
La semana pasada hubo una huelga estudiantil para protestar contra el cambio climático. Los jóvenes, principalmente los jóvenes, están muy concienciados contra esa enfermedad que nos ataca y que promete matarnos en no mucho tiempo. Pero ellos, y nosotros, pensamos que la cosa se arregla con consumir menos plástico, con reciclar la basura, con comprarnos un patinete. Pero se engañan, nos engañamos como el que tiene cáncer de pulmón y reduce su consumo de cigarrillos. El cambio climático únicamente tiene una posible solución: decrecer, cambiar nuestra vida, consumir menos, ser otros. Y no veo que ese tratamiento entre en los planes de nadie, tampoco en el de mi hijo, que participó de la huelga estudiantil. Hay que frenar esta loca producción que conlleva un disparatado consumo. Eso o nos morimos, así de sencillo. Aceptamos que estamos seriamente enfermos, que necesitamos un tratamiento de choque muy duro, que saldremos cambiados del proceso, o no hay la más mínima esperanza de supervivencia.
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