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La nueva sociedad, tan legalista, tan pulcra, tan exquisita, tan, tan, tan, provoca situaciones hilarantes, de esas que extrañan porque la pulcritud y el respeto a la inviolabilidad personal tiene endiabladas derivadas que se aproximan a lo poco racional.
En León capital, en el centro ... de la ciudad, hay una calle en la que huele a marihuana. Y mucho. Es así desde hace un par de años y el olor se multiplica cuando esta planta, cuyo cultivo está prohibido salvo para consumo personal o medicinal, se acerca al momento de su 'cosecha'.
El 'perfume' se aprecia de principio a fin del vial, inunda las aceras, y acompaña como tapa en las consumiciones de algunos de los locales de la zona. Huele tanto, tan intenso, que se podría decir que se trata de un 'aroma embriagador'. 'Pase y respire, es gratis', se podría situar en uno de los puntos de entrada al vial.
La situación, que podría entenderse como pasajera, sucede de forma recurrente pero la indignación se ha multiplicado en los últimos días, cuando esa sensación del cultivo se hace más evidente. «La realidad es que hay más de cincuenta plantas en uno de los áticos», han llegado a asegurar los vecinos de esta singular plantación.
La policía, a la que se podía suponer ajena a la situación, confirma que la denuncia vecinal se sustenta, es real y tiene 'fundamento', pero que mucho 'fundamento'. «Las hay, y ahí están las plantas», aseguran. Son tan evidentes esas plantitas (tan verdes, tan crecidas, tan relucientes, tan hermosas) que agentes de la Policía Nacional y Local se han desplazado a la zona de forma reiterada para (de momento con poco éxito) fotografiar la plantación que se supone (ejem) está en un ático.
Y no es lo único. Dos años atrás en la propia policía se visionaron imágenes tomadas desde un dron en las que se confirmaba la existencia de la plantación. Entonces, y lo han confirmado desde fuentes policiales, el juez desestimó la solicitud de intervención al señalar que el dron había violado la intimidad personal del propietario del ático y por lo tanto las imágenes carecían de carácter probatorio. Había más ilegalidad que legalidad en la acción, se venía a decir. Es decir, las plantas estaban, pero no se podían visionar (legalmente).
En una segunda solicitud a la Justicia tampoco se logró el amparo judicial al no existir denuncia y no constatarse –para el juez– la evidencia de lo que en esa zona ocurre (sin denuncia, el olor –y aquí viene la parte teórica de la decisión– puede provenir de cualquier ubicación, y en el terreno judicial no se puede intervenir por el azar de una sospecha).
Y así, los propios policías concluyen que «hay una plantación, la denuncia verbal está acreditada, la ubicación es evidente, pero no hay posibilidad de intervención».
Eso sí, mientras todo esto sucede la plantación sigue creciendo y ya 'florece' y el olor se hace recurrente y evidente en una calle del centro de la ciudad.
El colmo de la situación llega desde las propias fuerzas y cuerpos de seguridad. «Las quieres ver, mira en Google Maps», dicen. Y sí, ahí están, al fresco, tomando el sol, esperando la llegada de la próxima cosecha. Tan verdes que casi parecen girasoles, tan relucientes que casi miran al cielo con una sonrisa.
Y este es nuestro mundo, el que hemos creado, el que se supone que nos merecemos. Un mundo en el que una plantación de marihuana es visible para google pero invisible para la Justicia.
«Nos extinguimos», asegura un compañero de profesión. Así es.
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