Sergio Pérez-Efe

Calefacción: ¿cañones o mantequilla?

«De lo que habla la gente es del coste insufrible de la vida y de las enormes dificultades de las familias para llegar a fin de mes, y no de la renovación del CGPJ»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 11 de octubre 2022, 00:03

Cuando nos formábamos como periodistas, debíamos examinarnos del manual del Premio Nobel Paul Samuelson como introducción a la Economía. En este libro, que ha ilustrado a tantas generaciones de estudiantes, se explicaba el concepto del coste de oportunidad con un ejemplo muy gráfico: una sociedad ... que solo pudiera fabricar cañones o mantequilla debía elegir muy bien dónde realizaba sus inversiones. A mayor gasto en defensa nacional para proteger el país (cañones), menos recursos para gastar en bienestar social y en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos (mantequilla). Con esta sencilla metáfora se comprende la base de la teoría económica neoclásica, y se explica muy gráficamente algo que empieza a acontecer aquí y ahora.

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Ya hay centenares de comunidades de vecinos en toda España que han decidido no encender las calefacciones este invierno al no poder asumir los vecinos el formidable incremento de costes que implica la factura del gas. Algunos cálculos señalan este gasto en un total de entre 400 y 500 euros al mes, una cifra tan desmesurada que les condena a elegir entre comer o calentarse. Así de real y así de duro.

La factura eléctrica, además, está disparada. Negocios de restauración que antes pagaban 700 u 800 euros mensuales por este concepto, se ven obligados a abonar ahora cerca de 3.000. La subida es tan desmesurada como insostenible. Con este panorama no les queda otra que incrementar los precios, alimentando una espiral de inflación que amenaza al consumo, a las industrias y a la marcha general de la economía del país. En poco tiempo, nos hemos metido en una situación muy grave de la que algunos no parecen tener constancia. De lo que habla la gente en el metro y en el autobús es del coste insufrible de la vida y de las enormes dificultades que tienen las familias para llegar a fin de mes, y no de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, como afirma el Gobierno cuyos ministros repiten como un mantra que trabajan para la clase media trabajadora sin reparar en que ese segmento de la población vive cada vez peor y su poder adquisitivo ha disminuido tan dramáticamente que ya han bajado un escalón en la consideración social de las rentas.

La gran decisión en este prólogo a la llegada del frío es si se invierte en calefacción o en bajar al supermercado. Decidir no encender las calderas es encarar un tiempo difícil que a mucha gente le angustia al tener en sus casas personas mayores o niños pequeños. No nos engañemos, el frío es junto con el hambre unos de los jinetes del apocalipsis que tenemos asociado a la miseria de los tiempos de posguerra. Tiritando y con sabañones es difícil desarrollar la vida y alimentar la dignidad. El general invierno es muy largo y nadie nos ha preparado para esta emergencia con el gas a precio de caviar.

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Enchufar radiadores eléctricos, tal y como están las cosas, tampoco es una alternativa a contemplar. Y no se trata de asustar, sino de cobrar conciencia de una situación que va a afectar en los próximos meses a una parte significativa de los ciudadanos. Samuelson irrumpe con toda crudeza y nos pone sobre la mesa su alternativa académica convertida en una realidad con ribetes de pesadilla: ¿cañones o mantequilla? Necesitaríamos y querríamos las dos cosas, pero el coste de oportunidad obligará a prescindir de la calefacción, o a minimizar su uso, recordando que hace poco hablábamos, como si nada, de la temperatura de confort. ¡Qué lejos parece quedar hoy todo aquello!

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