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Está el río revuelto. Y los pescadores no dejan de sorprendernos con sus maniobras gananciales. Por lo que se ve, Díaz Ayuso sigue rompiendo moldes. Y levantando pasiones. Tantas, que hasta el rasputín de la Moncloa se ha decidido a dejar el Gobierno para bajarse ... de nuevo a la guerrilla. No a la boliviana, como el Ché Guevara, sino a la guerrilla bolivariana, como el comandante Hugo Chávez, el colibrí. La guerrilla de la 'izquierda transformadora' frente a la 'derecha trumpista'. En esas andamos.
Hay que ver lo que pesa Madrid en la política del Estado. Pasa con las grandes capitales. Ya dijo en su día Jacques Chirac que él estaba más cómodo como alcalde de París que como presidente de la República. Pero me da la impresión de que aquí el objetivo es otro. Tamara Falcó se ha adelantado a asegurar que en Madrid al ex vicepresidente no lo pueden ver ni en pintura. Pero no tendrá más remedio que esperar a ver lo que pasa el Cuatro de Mayo. Un día después de que Madrid recuerde, con el cuadro de Goya en la cabecera, la efeméride de los Fusilamientos de la Moncloa de 1808.
En Cataluña ya hemos visto lo que da de sí el desguace de Ciudadanos. En Murcia todavía quedan cosas por ver. Y en Castilla y León, el juego del tira al plato con los de la formación naranja ya ha producido su primera víctima. Tres días antes de la moción de censura, alguien se ha merendado al rival más débil. A ver cómo pasan los demás el fin de semana. Ahora que Garrido se marcha de la política, el ayer autoexcluido y hoy autoproclamado Edmundo Bal explica lo difícil que es proteger el centro situándose en el centro. Sobre todo en un país de arrimadas a izquierda o a derecha según sople el viento.
Se va el caimán. Y antes de dejar el poder, al menos por un rato, ha dicho que se va contento por haber acabado con el bipartidismo… Con el bipartidismo no sé, pero con el frentismo y el radicalismo de los bloques no sólo no ha acabado, sino que los ha convertido en el único centro posible dentro la política española.
Se va el caimán, pero dejando en el río revuelto del Gobierno a una sucesora de mandíbula poderosa. Tanto, que el presidente, antes de que se la comiera, lo primero que ha hecho es emplearse a fondo para poner a salvo a su vicepresidenta económica. Se va el caimán y nos deja el testimonio del máximo nivel de infantilismo y de inmadurez alcanzado por un país en decenios. Se va después de haber demostrado, a lo Zelenski o a lo Beppe Grillo, que el show es un camino tan válido como la Facultad de Ciencias Políticas para alcanzar el poder. Para reírse todos los días de unos cuantos y algunos días de todos los españoles. Se va dejando al Gobierno descuajeringado y a los gobernados en una confusión cuyos precedentes en la historia es mejor no mencionar.
Y mientras él se va a Madrid, en el otro Madrid, el del Congreso, a la chita callando la muerte gana un escaño, frente a las inclemencias de la vida. Gracias a la eutanasia, antes de que los rasputines nos maten a disgustos podremos elegir irnos nosotros mismos de nuestra mano, o de la mano de un familiar o de un médico o de un amigo. Temprano madrugó la madrugada, que diría el poeta.
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