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Varias personas participan en una cacerolada en contra de la gestión del gobierno en la crisis del coronavirus en Alcorcón. Rodrigo Jiménez. Efe
Cacerolas

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Ese estrépito de la calle indica que ahí no está la oligarquía sino las clases medias empobrecidas

Juan Carlos Viloria

Valladolid

Jueves, 21 de mayo 2020, 07:18

El movimiento de las cacerolas cuya extensión, origen y musculatura están aún por precisar, indica el estado de malestar en una parte de la sociedad. No parece realista especular con que su objetivo sea derribar al Gobierno. Más bien parece que esas concentraciones son la ... secuela de la angustia, el temor o la indignación de un segmento social muy crítico con la política gubernamental. Pero como es imposible recoger la leche derramada al menos parecen decididos a presionar para que Sánchez corrija el tiro. Digamos que son movilizaciones a título preventivo. Para frenar la tentación de Sánchez e Iglesias de lanzarse a una deriva fiscal expropiatoria y a una política de fuerte control social bajo el manto del «interés general». Patriotismo fiscal lo ha bautizado ya el vicepresidente en un eufemismo que pone los pelos de punta. Si ganan en el Consejo los Ministros con aspiraciones igualitarias y anti-élites el panorama después de la batalla puede ser un desastre para la iniciativa privada, el ahorro y el patrimonio. Y las reglas del libre mercado crujirán en sus cimientos. Se podría diagnosticar este descenso a la calle con cacerolas y banderas españolas como la derecha indignada. O, simplemente, gente indignada. En democracia todo el mundo tiene derecho a indignarse, irritarse o encolerizarse.

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