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Resulta que sí, que hay por ahí algún botarate que me la tiene jurada. A mí y a lo que represento. A mí y a la caza. A mí y a los toros. A mí y a mi forma de sentirme en el ecosistema del ... mundo y de ir haciendo camino al andar. Porque en lo de Madrid ha habido un intento de refutación a la vida, a una forma de entender la vida más allá del carnet y de la obediencia ciega: ésa fue la excusa para que empezara la cacería, la caza humana de los trolls, y nos quisieran degollar por ser hijos de la jara y del rececho.
La cuestión es que me llamaron de todo a partir de eso, de la caza, que es la esencia fundamental de mi casa, y ya por eso no paso. Lo hizo un ecoverde de ésos, alma de luz, que anduvo en el lodazal de las redes llamándome sanguinario y otras lindezas por el estilo con esa maledicencia de los odiadores de tuiter. Uno de esos que llevan el triangulito rojo republicano, que quizá se llamen Jordi, sean soberanistas catalanes habiendo nacido en Vitigudino y residentes allí mismo.
Claro que para llegar a este lodazal de veganos inquisidores era necesario un caldo moral de infamias, de ministras inanes y de otras con la mala baba de Cabra. A saber, que Carmen Calvo llamó como «berberechos» a la España de las tabernas, de los bares, con su desparpajo habitual de desmemoria histórica y su miajina de bilis. Berberechos, claro, una definición exacta para el estado mental en que nos quiere el Gobierno de coalición.
Por eso de los hechos consumados, lo cierto es que cae el medio año de toque de queda y lo del cierre perimetral. La libertad, en suma, para los carnívoros que crecimos entre bares y venados disecados.
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