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Carlos Pollán, en otro tiempo presidente del Ademar de balonmano, es ahora presidente de las Cortes de Castilla y León. De presidencia a presidencia, se podría decir, aunque la cita no se corresponde exactamente con la realidad.
Al político leonés, bregado en el ideario de ... Vox, le corresponde hoy ser uno de los notables en la representación institucional de la comunidad. Él, que nunca ha creído en el estado de las autonomías, él que siempre ha rechazado la unión artificial de Castilla y de León, él que recela de una España partida en 17 estados autonómicos y aspira a la liquidación por derribo de todas y cada una de ellas.
La política ofrece carambolas de este tipo y deja ver piruetas como la que ahora se plantea: quien siempre ha aspirado a romper el estado autonómico es quien preside las Cortes de la comunidad más extensa de Europa, una comunidad que supera ampliamente la superficie de un país como Portugal.
Pollán, de cuyas habilidades personales nadie podrá dudar y cuya capacidad para responder con aplomo y solemnidad a cada cuestión que se plantee está fuera de toda duda, en realidad es un 'leonesista' convencido. El corazón le puede. Lo ha asegurado en sus círculos más próximos y de hecho siempre ha defendido que León es una provincia «maltratada». Maltratada como la comunidad, aunque esta cuestión tiene menor relieve en todo el conjunto al entender que realmente no debería existir.
De ahí que su discurso en la toma de posesión, no haya extrañado en tierras leonesas. Todo lo contrario. «Él no va a permitir, en la medida que pueda, que existan favoritismos provinciales. Odia el centralismo de las comunidades», se ha advertido en su entorno.
Incluso en una 'caña con leonoticias', durante la previa electoral, el ahora presidente de las Cortes recordó la necesidad de estar dentro del entramado institucional para revertir la situación generada por el estado de las autonomías.
Algo así como un 'caballo de Troya', pero esta vez con coche oficial, chófer y despacho (además de un pequeño apartamento ubicado en las propias Cortes y que hasta la fecha solo ha sido utilizado de forma puntual). Un 'caballo de Troya', dicen en Vox, pero con sueldo de casi 100.000 euros (el mismo que el resto de miembros de la Mesa).
De los pensamientos de Carlos Pollán, de su firme idea de que esta es una comunidad cargada de desequilibrios, da buena cuenta la 'letra pequeña' de su discurso ante el plenario. Allí, en el corazón de la comunidad, él modificó un discurso que durante las últimas décadas había resultado lineal, inalterable, férreo e incluso si se quiere con un punto desafiante.
Y el detalle de lo advertido en ese instante, como bien se podría decir, «no es una cosa menor». De momento, y para que conste, ha asegurado que desempeñará su ejercicio institucional «por el bien de leoneses y castellanos». «Leoneses y castellanos» aseguró. No hizo falta repetir la afirmación. Y, efectivamente, fue algo intencionado.
Igual de intencionado que fue el cierre de su discurso, tras declarar formalmente constituidas las Cortes de Castilla y León. «Viva León, viva Castilla y viva siempre España», sentenció.
Sí, por ese orden, con énfasis, con el deseo de que se escuchara el eco de sus palabras para quienes siempre han visto a la comunidad en una única dirección.
León, Castilla y España, por ese orden.
A la vista de todo cabe concluir que efectivamente Carlos Pollán es un leonesista convencido. 'Leonesista', sí, pero con reino y con comunidad. La misma que ahora, por cierto, preside.
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