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Los inmunólogos estaban ya agotados. Pocos han escapado estos pasados tiempos de pandemia a la acción implacable de las productoras de radio y televisión de este país. En las agendas de todas ellas figuran decenas de especialistas que se han visto invitados a hablar en ... programas de variado corte. Creo que no ha habido un sólo bioquímico que no haya sido requerido para participar en los medios, y todos ellos han hecho, hay que decirlo, un magnífico papel de asesoramiento y aporte de conocimiento en momentos de máxima incertidumbre.
Como la actualidad es cambiante y convulsa, desde hace una semana se cotizan al alza los vulcanólogos, un colectivo que de no ser por la erupción de la isla de La Palma no habría alcanzado a poner sobre sus integrantes el foco mediático. La actualidad del volcán palmero ha puesto de relieve la importancia de su especialidad y muchos de ellos ya son rostros comunes en las parrillas radiofónicas y televisivas aportando sus comentarios sobre la inquietante evolución de los acontecimientos.
Como en el caso del coronavirus ha habido, cómo no, tertulianos reconvertidos en especialistas de ocasión que hablan y no paran de aquello que desconocen. De repente, hemos conocido la faceta vulcanóloga oculta de aquellos que ya nos tenían acostumbrados a hablar de todo cuanto se pusiera a tiro de sus opiniones de todo a cien. Todológos que lo mismo dictaminan sobre una crisis sanitaria que de un desastre natural, y que se desenvuelven ante las cámaras con un desparpajo digno de mejor causa, demostrando, una vez más, que la ignorancia es muy osada.
Los teléfonos móviles de muchos periodistas no cesan de recibir mensajes de compañeros solicitando contactos: ¿conoces a algún vulcanólogo que hable bien…? preguntan. Contestas con un nombre y te dicen que ése ya lo tienen muy machacado porque lleva participando en sus programas desde hace días y quieren caras y voces nuevas. Igual que Fernando Simón, César Carballo o Margarita del Val se han convertido en rostros familiares para todos, ahora es tiempo de que otros nombres, en este caso del mundo de los volcanes, se incorporen a la gran familia audiovisual española.
Nunca pensamos, la verdad, que hubiera tantos especialistas de calidad en una materia como las erupciones volcánicas. Personas altamente preparadas gracias a a las cuales hemos incorporado a nuestro vocabulario términos como 'bombas volcánicas', 'piroclastos', 'indice de explosividad' o 'lapilli', que empiezan a resultarnos habituales de tanto escuchar y leer informaciones referidas al siniestro de Canarias. Con todo, lo mejor, fue escuchar a una inexperta redactora, muy atrevida ella, cuando le preguntó a un especialista: ¿cómo se puede apagar un volcán? Sabemos que la ignorancia no conoce límites y comprobamos también que la prudencia es una virtud que, junto a la humildad, brilla por su ausencia en determinados personajes mediáticos que creen descubrir el Mediterráneo a cada paso.
Es lo que hay, que diría un castizo. Frente a los acontecimientos que nos desbordan, añadiendo una dosis de incertidumbre insoportable a la situación general, cabe solicitar, al menos, que sólo hablen aquellos que saben, y el resto, harían bien en callarse y escuchar. Nunca hubo tantos dizque expertos en fumarolas, coladas y magma. Asistimos a una manifestación de la naturaleza sobrecogedora que está causando un tremendo dolor a mucha gente que, literalmente, lo ha perdido todo. Por eso, hay que pedir respeto y valorar especialmente el trabajo de los vulcanólogos, ocultos hasta ahora en la soledad de sus investigaciones, y abocados a soportar en estos días todo el peso de los focos televisivos.s
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