El 29 de julio fueron asesinados tres niños en Inglaterra. El culpable resultó ser un ciudadano galés de 17 años. Para que la panda de racistas habitual no nos acuse de que ocultamos información, aclaro que el asesino es hijo de padres ruandeses. Se ve ... que así, al certificar su sangre africana e impura, ya podemos eliminar los homicidios de la cuenta de los británicos y apuntarlos en la de los inmigrantes, bien sean de primera, segunda o tercera generación. Porque la cosa es que, en realidad, da igual: en cuanto en el árbol genealógico aparece un 'no-británico', se acabó el tema. Así que digamos que el tipo era británico, pero poco. Por seguir dando datos, los padres eran cristianos. Y digo yo que, si apuntamos los homicidios en la cuenta de los inmigrantes, por el mismo motivo habría que apuntarla en la de los cristianos. O sea, en la mía. Y como por ahí no paso, entiendo que un inmigrante tampoco lo haga.
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Pero sigamos. Hablando del 'grado de inmigrante', viene a cuento algo que me sucedió en Nueva York la semana pasada. Un periodista es un tipo que hace preguntas, así que mareé a un taxista interesándome por la situación de la inmigración en aquella ciudad mientras veía el desfile de 400.000 dominicanos festejando su día nacional por la Sexta Avenida, que el día que lo hagan en el Paseo de Zorrilla, igual alguno pide las sales. En cualquier caso, el tipo –puertorriqueño, orgullo boricua– me miró con sorpresa y me dijo que concretara, porque «aquí todos somos inmigrantes. La única diferencia es que algunos llegamos en el siglo XX, otros llegaron en el XIX y otros están llegando en el XXI». La anécdota me recuerda a otra que me sucedió en el tranvía de San Francisco, cuando me llamó la atención que el vagón estuviera rotulado en castellano. «Claro, así lo entienden los inmigrantes», dije a mi acompañante. En ese momento un señor se nos acercó por detrás y me dijo en un perfecto castellano con acento de México: «Disculpe señor, pero no he podido evitar escucharle. Y quería aclararle que no es que lo rotulen en español para que lo entendamos nosotros. La realidad es que somos nosotros los que lo rotulamos en inglés para que lo entiendan los yanquis. California siempre ha hablado castellano. Y yo no he emigrado nunca, mi familia ha estado aquí desde siempre. Lo que pasa es que México perdió esta parte de California en 1848. Pero nosotros somos los mismos. Los inmigrantes son ellos». Y el razonamiento es estrictamente cierto, eso fue México hasta la 'fiebre del oro'. Y un poco antes, España.
En cualquier caso, tras los asesinatos de Inglaterra se produjo una campaña de odio, desinformación, bulos y 'fake news' en Twitter y Telegram, alentada por grupos de extrema derecha con multicuentas, que acusaron del asesinato a un musulmán recién llegado al país y que pidieron quemar mezquitas y asesinar a 'negros y asiáticos' a través de mensajes que se propagaron como la pólvora y que canalizaron la indignación hacia la violencia. A partir de ahí incidentes graves en todo el país. Leo en el Times que muchos comerciantes tuvieron que cerrar las tiendas para proteger a los empleados de otras razas cuando estalló la violencia. Como resultado, mil detenidos y cuarenta encarcelados. Y todo por un bulo nacido en Twitter y permitido y alentado por su dueño, Elon Musk, que llegó a decir que «la guerra civil en el Reino Unido es inevitable». La connivencia de Musk con la extrema derecha, el supremacismo blanco, el nacionalismo y el racismo es evidente desde que no solo decide no moderar los contenidos que fomentan la violencia, el odio, el racismo y las mentiras, sino que los da especial protagonismo mostrándolos masivamente. Y, además, sabe bien a quién: a perfiles negacionistas, nacionalistas-supremacistas-xenófobos, conspiranoicos, etc. Finalmente, la sociedad británica no tuitera se ha posicionado mayoritariamente contra los alborotadores y pide paz, calma y cabeza. Y eso a pesar de que, en Inglaterra, sobre todo en su parte más rural, hay inmensas bolsas de personas descontentas con el devenir del país. Habitualmente se trata de gente que se ha quedado atrás, que ve cómo la industria cae, cómo la inflación se come el salario y cómo el brexit ha sido un error. Esa gente se siente abandonada y ve que su país está cambiando. Ante este panorama, la extrema derecha ha conseguido hacerlos creer que la culpa de todo es de la inmigración, a pesar de que, sin inmigración, el país es inviable.
Algo parecido ha estado a punto de suceder en España con el crimen del niño de Mocejón. En Twitter y Telegram se ha culpado del asesinato a inmigrantes en general, a musulmanes en particular y, más en concreto, a los residentes de un hotel que acoge a cincuenta menores, a pesar de que desde el primer momento los responsables negaran la participación de cualquiera de ellos en el asesinato. El objetivo, evidentemente, era provocar otra revuelta como las de Sunderland. Hemos estado cerca de que una panda de cafres fuera a tomar medidas personalmente contra 50 menores inocentes. Y da igual que el asesino esta vez fuera español: otra vez será un inmigrante, sin duda. Y ni siquiera entonces podremos culparlos a todos por la actuación de uno.
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La sociedad se va dando cuenta de cómo se les manipula, cómo se les miente y cómo algunos ingenuos confunden libertad de expresión con su opuesto, es decir, con desinformación, mentiras y bulos. Si queremos defender la libertad de expresión hay que empezar por no permitir que se difundan mensajes que inciten a la violencia, ya sea por parte de la extrema derecha, de la extrema izquierda o, lo que es más habitual, del Gobierno de España, la maquinaria de bulos, manipulación y mentiras mejor engrasada de Europa. Las plataformas no se pueden lavar las manos como tampoco se las lavan los medios: han de hacerse responsables de este tipo de contenidos y moderarlos. El fiscal propone una serie de medidas que incluyen acabar con el anonimato en redes. Y me parece bien. Un anónimo, ya sea en redes o en los comentarios de este periódico, es como un encapuchado en la calle. Y debe ser tratado del mismo modo. Si la gente no está informada sino intoxicada, es la democracia y la convivencia lo que está en riesgo. Y esta batalla no es, como quieren hacernos creer, de derecha contra izquierda, sino de la democracia contra los enemigos de la libertad en todos los campos de batalla, que no solo son Rusia, Gaza, Venezuela, Irán, China o Hungría. Sino también internet. Espero que no sea demasiado tarde.
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