Cuando era más quisquilloso, me molestaba la presencia en la ciudad de mogollón de Pingüinos que llenaban bares, restaurantes y aparcamientos y levantaban un ruido de mil demonios haciendo tronar noche y día sus máquinas infernales. El tiempo me fue ablandando y valoré el sacrificio ... que supone venir de lugares cercanos y otros muy alejados para fundirse los cuartos en beber, comer, divertirse…, y echar combustible que, con los acelerones que dan, esos vehículos tienen que ser un pozo sin fondo. Así que ahora, que no tengo necesidad de aparcar, que apenas como y bebo fuera de casa por la covid, su presencia entre nosotros no solo no me molesta sino que la agradezco y salgo a ver sus desfiles y piruetas.
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La de los Motauros es otra concentración menos multitudinaria, pero estoy seguro de que también los tordesillanos aplauden la visita, suspendida el año pasado por causas que no necesito recordar. Por si fuera poco, los cinco o seis mil participantes que se esperan, exhibirán durante tres días sus carísimos cacharros, consumirán productos de la tierra y alegrarán el mortecino ambiente que nos deja la pandemia. Además, todos los años patrocinan alguna campaña solidaria para recaudar fondos, y lo que consigan esta vez servirá para investigar el cáncer infantil. Así que: un respeto.
Incluso agradecería que se acercaran a la capital, porque he descubierto que donde hay bullicio hay alegría…
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