Nada como un buen entierro
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A lo mejor el Franco verdadero murió en 1958 y es cierto que nos gobernó su dobleUn buen entierro es un espectáculo inigualable; por estos lares nos gustan mucho y acudimos a ellos con mayor énfasis que a las bodas. No lo pasaremos tan bien hasta que se muera Azorín, parece ser que exclamó Raúl del Pozo al volver del entierro ... del periodista César González Ruano. Diciembre de 1965. Ruano fue maestro, entre otras muchas cosas, de obituarios. Dispuso que su cadáver, en el velatorio, estuviera tendido en el suelo, quizás queriendo facilitar esa escritura mortuoria a algún colega, pero no, nadie estuvo a su altura. Azorín –José Martínez Ruiz– no hizo esperar mucho a Raúl del Pozo, poco más de un año. Marzo del 67. Aquel día hacía frío en Madrid, a su entierro acudieron tres ministros, el ayuntamiento de Madrid en pleno, un gentío. Un coche con dieciocho coronas abría el cortejo. Nadie se divirtió mucho ese día, cosa más que comprensible tratándose de Azorín, aburrido hasta en su funeral, aunque seguro que tanto concejal y tantas coronas agradaron a Libitina, la diosa de los entierros.
Está bien eso de tomarse los funerales un poco a broma. Libitina es menos seria de lo que parece y, a poco que le demos la oportunidad, se inclina hacia el esperpento. Aquello de que un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio es cierto, pero no siempre, don Antonio Machado. Mire este traslado, este segundo sepelio de Franco que recién hemos vivido. Un prior que casi se declara en rebeldía, un helicóptero, un águila pintada en una bandera, el hijo de un golpista rezando misa, un golpista... Viva España y viva Franco. Nietos, biznietos. Gente con tanto dinero dando ese espectáculo, con lo educados que son los ricos! Y una ministra para dar fe. A los ministros les gustan los entierros. Tres en el de Azorín. Uno, sólo uno, en el de Baroja. 1956. Remover el pasado suele ser esperpéntico. Levantan la lápida del Valle de los Caídos y aparece una inscripción. Mayo del 1958. Acuérdense de 'La Colmena', de Cela. Café La Delicia. Los clientes toman café sobre lápidas de cementerio reconvertidas en tableros de mesas. La pobreza de la España franquista. O piensen en 'Espérame en el cielo', la película de Mercero. A lo mejor el Franco verdadero murió en 1958 y es cierto que nos gobernó su doble. Isidro García Collado, dicen que se llamaba. La realidad, que le da por exagerar, por divertirse.
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