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Exhumación de Franco. Emilio Naranjo-REUTERS
Nada como un buen entierro

Nada como un buen entierro

Opinión ·

A lo mejor el Franco verdadero murió en 1958 y es cierto que nos gobernó su doble

Tomás Val

Valladolid

Viernes, 1 de noviembre 2019, 08:52

Un buen entierro es un espectáculo inigualable; por estos lares nos gustan mucho y acudimos a ellos con mayor énfasis que a las bodas. No lo pasaremos tan bien hasta que se muera Azorín, parece ser que exclamó Raúl del Pozo al volver del entierro ... del periodista César González Ruano. Diciembre de 1965. Ruano fue maestro, entre otras muchas cosas, de obituarios. Dispuso que su cadáver, en el velatorio, estuviera tendido en el suelo, quizás queriendo facilitar esa escritura mortuoria a algún colega, pero no, nadie estuvo a su altura. Azorín –José Martínez Ruiz– no hizo esperar mucho a Raúl del Pozo, poco más de un año. Marzo del 67. Aquel día hacía frío en Madrid, a su entierro acudieron tres ministros, el ayuntamiento de Madrid en pleno, un gentío. Un coche con dieciocho coronas abría el cortejo. Nadie se divirtió mucho ese día, cosa más que comprensible tratándose de Azorín, aburrido hasta en su funeral, aunque seguro que tanto concejal y tantas coronas agradaron a Libitina, la diosa de los entierros.

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