![El botón del pánico](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202011/12/media/cortadas/NF0RUYQ1-kbpG-U120741747184sKI-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Está por todos lados: en la mirada errática que asoma sobre lamascarilla de un padre de familia y en los ojos nublados por la incertidumbre que atisban las calles semivacías de cualquier ciudad. Es la marca inconfundible del miedo que ya conocimos en la crisis ... de 2008 y que ahora vuelve a dominar las vidas de aquellos que temen quedarse sin futuro o se han visto desalojados violentamente de él por las consecuencias económicas derivadas del coronavirus. En este país hay más de tres millones de parados, millones de personas que atraviesan circunstancias dramáticas sin empleo, sin ingresos y sin protección. Los ERTE están sirviendo de colchón en algunos casos, pero no nos engañemos, se trata de un parche temporal y no se aplica, ni mucho menos, a todos los parados forzosos.
Asomarse al exterior produce vértigo. La Comisión Europea ha empeorado aún más la previsión de caída del PIB para España hasta situarla en un terrible 12,4%, el peor dato de la UE, y esa cifra trae consigo dolor y lágrimas, especialmente en algunos sectores que se han visto afectados de lleno por la crisis. El miedo está por todas partes y se trastoca en pánico cuando se tiene conciencia de que la ruina puede sobrevenir en tu familia de un día para otro. Mucha gente siente un vuelco al corazón cuando suena un whatsapp en el móvil, pensando que puede ser el anuncio de una reestructuración, de un concurso de acreedores o de un ERE de extinción. La incertidumbre te sitúa hoy a este lado de la vida y mañana te arroja al otro, al territorio en el que no existe la esperanza más allá de conseguir unas mínimas ayudas de subsistencia.
Por todo ello resulta injusto escuchar a tantos comentaristas, muy sobrados ellos, reclamar desde sus privilegiadas tribunas un confinamiento general y duro: todos a casa, sin salir, y ¡vivan las caenas!, que la salud lo justifica todo y el debate que la contrapone a la libertad es propia, según ellos, de mentes reaccionarias. Son aquellos a los que el mantenimiento de la hostelería en Madrid les agitó la bilis, quizá porque han sido incapaces de pensar, siquiera un minuto, en que los pequeños propietarios de locales, los camareros, cocineros, personal de limpieza y suministradores, también tienen familia con hijos que alimentar, educar y ofrecer un futuro. Es probable que no quede otra, y que dentro de poco nos vuelvan a aplicar a todos el arresto domiciliario, como en marzo, pero no hace falta que los gurús del apocalipsis lo reclamen a cada rato. Un nuevo confinamiento convertiría el pánico en desesperación y la incertidumbre en miseria.
Tengan por seguro que quienes solicitan denodadamente el confinamiento domiciliario no pertenecen al colectivo de los sufridos autónomos, ni tiene una pequeña empresa, ni, por supuesto, temen por su empleo ni por el nivel de sus ingresos económicos, ya que ambos están asegurados. Las colas del hambre, tan reales en toda España, no van con ellos, tampoco el insomnio atenazador cuando se piensa en el final del ERTE o en una ola de despidos. Hay muchas personas que hace meses gozaban de una buena situación que ahora están conociendo, sin culpa alguna, el amargo sabor de la precariedad. Gente que ha perdido, o va a perder, su empleo y teme ver el abismo de la ausencia de recursos económicos para sacar adelante a los suyos. Debería de haber más comprensión con ellos, porque el virus mata, sin duda, pero también se puede morir de hambre y pena.
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