La progresiva implantación del certificado digital de vacunación está generando un cierto estado de malestar social por lo que supone de imposición a los ciudadanos y recorte de sus derechos sin que medie estado de alarma. A España todavía no ha llegado esa ola, pero ... en Francia, Italia o Australia está creando ya problemas de orden público y debates jurídico-legales sobre las líneas rojas que los Gobiernos pueden o no desbordar restringiendo derechos individuales en nombre de la salud colectiva. En una primera fase se dijo que el certificado digital covid se exigiría exclusivamente para viajar, pero ahora los pases sanitarios ya se requieren para poder entrar en bares, restaurantes, museos, cines o teatros en muchos países de la UE. Las medidas han puesto sobre la mesa el dilema entre libertad individual o salud y arrojan sombras de duda sobre el acierto en la gestión sanitaria de los Gobiernos.

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De hecho, en Francia, han convergido en la calle en manifestaciones contra la gestión sanitaria de Macrón partidos que se autodenominan antifascistas y la derecha nacionalista lepeniana. Muchos analistas han llegado a la conclusión de que la oposición a estas medidas como el certificado digital, la mascarilla, la vacunación obligatoria y otras limitaciones de derechos de circulación, no tienen una raíz ideológica sino que estamos ante una especie de rebelión individual frente al sistema. El individualismo frente al colectivismo y la solidaridad. Más 'liberté' y 'égalité' que 'fraternité'. Y según las encuestas solo unos miles salen a la calle, pero tienen el apoyo silencioso del 40% de la población.

Poco a poco se alzan voces de hosteleros, restauradores, ocio nocturno, espectáculos que están reclamando levantamiento de las restricciones aunque todavía no hay movilizaciones contra el poder. A no ser que la proliferación de fiestas ilegales, botellones, agresiones a las fuerzas de seguridad, se entienda como un gesto de rebelión y protesta contra la gestión sanitaria. Llevando las cosas al extremo todos tendríamos derecho a nuestro botellón, no solo los adolescentes de los parques y las plazas.

Derecho al botellón de ir al teatro, al restaurante, a la terraza de la playa, al balneario sin que nadie nos diga cómo y con qué limitaciones. Pero hay que admitir que la vacunación obligatoria o el certificado digital que restringen los derechos individuales pueden estar justificados, simplemente, por respeto a los derechos de los demás. Negarse a vacunarse, sobre todo en casos de profesionales relacionados con el público, es equivalente a montar nuestro propio botellón poniendo en riesgo nuestra salud y la de las personas que dependen de nosotros.

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