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Josep Borrell Fontelles es desde ayer vicepresidente de la Comisión Europea y alto representante de política Exterior de la Unión Europea, tras haber desempeñado la cartera de Asuntos Exteriores y de Cooperación en el Gobierno de España desde junio de 2018. El ascenso a ... la primera línea de la política comunitaria de este «catalán, español y europeo» de brillante trayectoria y reconocidas luces tiene varios significados concurrentes. El principal, como ha señalado Ignacio Molina, que el hito ocurre más de quince años después de que algún español relevante fuera seleccionado para ocupar un puesto de relieve internacional (los últimos fueron Javier Solana, Rodrigo Rato y el propio Borrell).
Pero, además, con esta designación concluye una travesía del desierto que se inició cuando José María Aznar, en su segundo mandato, cometió el error de abandonar el marco estratégico europeo para adherirse al eje Washington-Londres de la mano del reaccionario George W. Bush, acompañándole incluso a la guerra de Irak. Tras aquel dislate, José Luis Rodríguez Zapatero realizó un discreto retorno al origen, pero la crisis impidió la debida dedicación a aquel designio y privó a España de aliento para recuperar el resuello diplomático en medio de la gran depresión.
Mariano Rajoy, por su parte, no mostró, sencillamente, interés por la política exterior, y con Sánchez, quien apeló desde primera hora a Borrell y a Nadia Calviño, parece haberse recuperado la implicación europea. Los dos pilares personales que sostienen el nuevo proyecto han conseguido restituir la credibilidad de nuestro país en las cancillerías y en los foros económicos. El cambio es digno de consideración.
Ignacio Molina, en el artículo mencionado, cree que, de nuevo, está «España en su sitio», palabras pronunciadas por el entonces ministro Fernando Morán cuando este país ingresó en las Comunidades Europeas en 1986. Y este retorno es debido, en buena medida, al aliento de Borrell, quien ya fue en su momento uno de los grandes actores ideológicos de la maduración de la democracia política, primero desde el Ministerio de Hacienda; después, desde el Ministerio de Fomento.
Ahora, este catalán, adornado por una gran dimensión internacional, se dispone además a prestar un servicio lateral, indirecto, a su patria grande y a su patria chica: su argumentación contra las miserias de un secesionismo ramplón y egoísta, en las antípodas de la magnanimidad de la construcción europea y de la globalización en marcha, ha contribuido a restar todo crédito a los apóstoles de la identidad y la diferencia y ha ensalzado la idea de España como polícroma totalidad, con personalidad refinada, con capacidad de acción y de liderazgo en el concierto de las naciones.
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