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Dice el primer ministro británico, Boris Johnson, tercer repuesto conservador de urgencia para perpetrar el 'brexit', que ese artilugio inglés para abandonar la Unión Europea es un plato ya cocinado y dispuesto para meterse al horno. Recuerdo la advertencia de mi tocayo toresano en su ... cocina del restaurante El Chivo: no es lo mismo la cabeza que el pernil a la hora de ponerlos al fuego, porque algunos animales piensan. Nadie sabe si ese plato preparado por Johnson, antes de dar el portazo a Europa el próximo 31 de enero según anuncia, es de carne o pescado, con fórmula vegetariana o solo para veganos, aunque su pasión gastronómica es la pasta italiana, alimento simple y de escaso compromiso. Sin embargo, a lo visto en la campaña electoral de las elecciones del próximo jueves, su estrategia se inspira también en los menús de comida rápida escocesa, esa ambigüedad incomestible del 'fish and chips' que se le puede atravesar en la garganta al orondo primer ministro.
En el penúltimo malabarismo de los gurús de encuestas electorales, el politólogo Steve Pickering ha dado con otra clave que marca la ruta en la campaña del vanidoso Boris Johnson: tal análisis estadístico aplicado en las grandes ciudades de Escocia, en las poblaciones rurales de Inglaterra y en los barrios indios de la periferia de Londres mide los gustos gastronómicos de los electores que determinan de manera bastante inequívoca la tendencia de su voto sobre el 'brexit'. En su último vídeo de propaganda electoral, Johnson responde en tono populista y romántico a la pregunta de si prefiere pescado y papas fritas o asado dominical: «Creo que un pescado frito con papas fritas, en una noche fría y en la playa, no se puede superar». El número de tiendas de pescado y patatas fritas, de restaurantes de comida picante y de cocina inglesa tradicional predicen el efecto del 'brexit' y la deserción del Reino Unido tras casi medio siglo de relaciones siempre ambiguas, y a veces desleales, con sus socios europeos.
El 'brexit' es un territorio de alto riesgo minado de paradojas. Hace tres años, los británicos aprobaron su divorcio de la Unión Europea, pero hasta hoy sus dirigentes políticos se han negado a abrir más esa zanja con el continente y renuncian a alejarse demasiado. El referéndum de junio del 2016 fue una estafa política del Partido Conservador de David Cameron para ganar unas elecciones legislativas que daba por perdidas. Esa estrategia viciada de los 'tories' se alarga ahora en las elecciones legislativas con otra añagaza del presuntuoso Boris Johnson, incapaz de cerrar las filas del partido sostenido por decenas de diputados contrarios a la ruptura con la Unión Europea. De esa ambigüedad se ha contagiado también el Partido Laborista, cuya mayoría de electores (casi el 80%) votaría contra el 'brexit' de celebrarse el referéndum propuesto en voz baja por su vacilante y ambiguo líder, Jeremy Corbyn. Él espera dar brillo al partido y afanar votos con el programa duro del viejo laborismo, más impuestos a los ricos y exigencia obstinada de reivindicaciones sociales. Tampoco el 'brexit' es el fulcro de estas elecciones para los laboristas.
Las encuestas de la última semana apuntan la desaparición del 'brexit' como punto de referencia de los resultados electorales. El partido ultranacionalista de Nigel Farage, el gran paladín del espíritu antieuropeista inglés, ha perdido votantes que se refugian de momento en el Partido Conservador. Solo Farage sigue galopando sobre la brecha del 'brexit' y se tensan los pronósticos electorales, ya de difícil previsión en un sistema de votaciones basado en distritos uninominales. Entre las dos tribus de su partido hasta ahora irreconciliables, Boris Jhonson, conservador sin ideología, espera levantar el vuelo el próximo jueves y hacerse con el poder para llegar inmediatamente a un apaño de acuerdo transitorio con la UE, cuya negociación definitiva llevaría varios años.
En ese incierto paisaje prenavideño presidido por la inquietud electoral, sobresale el optimismo de los independentistas escoceses. Renace la esperanza de repetir el referéndum que perdieron hace cinco años (3 de cada 5 votantes rechazaron la ruptura con el Reino Unido), a la vista de los pronósticos favorables en las próximas elecciones, dentro de cuatro días. EL SNP (Partido Nacionalista de Escocia) arrasaría en las urnas al obtener 43 de los 59 escaños que ocuparía en el Parlamento de Westminster. Para el referéndum del año 2014, no flotaba en el aire la amenaza del 'brexit', y los escoceses reniegan de esa propuesta por considerarla un ataque frontal a sus principios de lealtad al proyecto europeo y, sobre todo, a los intereses económicos del antiguo reino de Escocia, parte hoy del Reino Unido de Gran Bretaña. Según el acuerdo de descentralización de poderes aprobado en 1997, Escocia podría repetir ese referéndum en los próximos dos o tres años, como prevén ahora los líderes independentistas, aprovechando el bache político e institucional del 'brexit'. Escocia goza, no obstante, de un autogobierno limitado: el Parlamento británico tiene la capacidad de reformar, cambiar o abolir el sistema de gobierno escocés, así que el Parlamento escocés no es realmente soberano. La independencia y el 'brexit', no son, sin embargo, los dos asuntos políticos de mayor relevancia tampoco en Escocia. Sus tres millones y medio de electores han sido convocados a las urnas cinco veces en cinco años y su disgusto por la incapacidad de los políticos rebaja incluso el ardor independentista.
A pesar de la urgencia aparente del 'brexit', con la que Johnson pretende calentar en el horno electoral su plato ambiguo (¿cabeza o pernil, carne o pescado?), Gran Bretaña, una de las más antiguas democracias del mundo, ha regresado a la época clásica de su monarquía parlamentaria. Tras un decenio de austeridad bajo los gobiernos conservadores, el laborismo de Corbyn juega la última carta de su pureza original prometiendo mejoras sociales, inversión en servicios públicos, nacionalizaciones y subidas salariales. Del resultado de las urnas depende el grado de la exhortación del incendiario primer ministro: Boris Johnson atisba el panorama desde la trinchera del 'brexit'.
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