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Cada mañana, nada más levantarme, hago el firme propósito de esquivar la sobredosis de información y de opinión que genera la pandemia del Covid-19. Así que sobrellevo el confinamiento forzoso sin reparar exhaustivamente en esa marea de datos, cifras, declaraciones institucionales, opiniones ... encontradas –y a veces también pura propaganda– con la que nos sobrecogen el ánimo a todas horas. No es que rehúya informarme e ignore el problema, al contrario. A lo que aspiro es a capear una inflación de dígitos, una catarata de abstracciones impersonales, un laberinto de curvas y de cifras que antes que serenarnos nos generan ansiedad y nos conducen al abatimiento.
Me parece que entre las maneras más atinadas de esquivar tal sobredosis están la lectura del periódico en papel y la de los libros. Pero existe otra forma –por omisión– de salvar dicho tsunami: eludir disciplinada y permanentemente todas las cuentas de las redes sociales en que se explayan los odiadores (conocidos con el anglicismo 'haters') que envenenan el debate político y siembran discordia y cizaña en el corazón del más templado.
Uno de los autores que releo con gusto es Borges. En su libro 'Elogio de la sombra', publicado en 1969, me detengo ahora en dos versículos del poema 'Fragmentos de un Evangelio apócrifo'. El primero de ellos ha sido citado muchas veces por los entusiastas borgeanos: «No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz». Inevitablemente, pienso en el ruedo ibérico de nuestros días y en cuántos, a derecha e izquierda, acarician la navaja cabritera para cobrarse –verbalmente, faltaría más– los agravios, afrentas, insultos y contradicciones de anteayer o de hace décadas. La munición de los atrincherados en el 'y tú más' de la dialéctica bárbara. Pienso en esa gente incapaz de anteponer la gravedad de la situación a la urgencia de su críticas. Sansón dispuesto a derribar el templo filisteo aun a costa de su vida. Pescadores en río revuelto.
El segundo de los versículos invita asimismo a una reflexión profunda: «No exageres el culto de la verdad: no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces». Pienso en el momento político español y creo que no es necesaria una imaginación desbordada para determinar quiénes encarnarían a la perfección la sentencia borgeana. Personajes de izquierda, de centro y de derecha. De extrema izquierda y de extrema derecha. Nacionalistas. E independentistas. Y de la Unión Europea. Guardianes de sus propios intereses.
La disyuntiva entre lo urgente y lo importante corre riesgo de convertirse en un guirigay si se antepone el interés partidista al del bien común. Cuanto más se embrolle la madeja, peor. «En las discusiones prolongadas», avisa Séneca, «se pierde la verdad». Aunque quizás resulte superfluo remontarse tan atrás. Basta con parafrasear a Clinton: «Es la salud, estúpido». Es decir, la vida.
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