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A James Bond le fallan las rodillas. Y ya no salta por los tejados como antes. Le falla el corazón y ha dejado de ser de hielo por amor. Un Daniel Craig decididamente otoñal dispara más palabras, sentimientos y reflexiones que balas de plata contra ... los malos en la película: 'No time no die'. 'Sin tiempo para morir', cierra la saga, y el legendario prototipo de macho blanco, heterosexual, sempiterno, cambia el sexo por la ternura antes de morir. Y si alguna vez fue racista, ahora se rodea de amigos de color, de gais, de jefes occidentales torpes y de orientales malotes manejando virus letales para exterminar a la humanidad. Ya no se le podrá acusar de virilismo, o de racismo o de misógino.
El film que cierra la serie es todo lo contrario. No se sabe si es por convencimiento de la productora o porque tiemblan ante el escrutinio de la nueva moralidad que guardan las sacerdotisas de #MeToo y los oráculos de 'Black Lives Matter'. Todo concuerda con los nuevos tiempos en que el nuevo Superman viene en las portadas exhibiendo su homosexualidad sin complejos. Caen las estatuas de los héroes de las batallas navales legendarias, de los conquistadores, de los descubridores, de los que con el crucifijo en una mano y la espada en la otra, abrieron paso a una nueva civilización a través de la jungla. Ahora el descubrimiento fue un genocidio y el mismo Joe Biden, heredero de los John Wayne que exterminaron apaches por miles en sus camino hacia el oeste, dice que el 12 de octubre hay que celebrar el Día de los Pueblos Indígenas. Se está intentando reescribir la historia y crear nuevos enemigos, nuevas ofensas y nuevos ofendidos.
Sostiene Michael Onfray, el filósofo de moda, que nuestra civilización se hunde y otra está surgiendo. Izquierdista pero defensor de la civilización judeocristiana como latido incomparable de cultura, moralidad y democracia, sostiene que se está instaurando una dictadura cultural. «Una utopía totalitaria que como otras que la humanidad ha padecido, acaban siempre en pesadilla». Un dramaturgo negro en EE UU prohibió que los críticos blancos hablasen de su obra; una antropóloga denunciaba que en los museos hay muchos dinosaurios machos y pocas hembras. Son algunas de las muestras de lo que Onfray llama «fracaso del sentido común» en su obra 'La nave de los locos'. Se multiplican los antiespecistas que consideran a la especie humana equivalente a la animal. «La nueva religión del progresismo –explica Onfray–, se instala a través de varias estrategias: aplastar la libertad, empobrecer la lengua –y sustituirla por la neolengua (lenguaje inclusivo)–, negar la verdad, instrumentalizar la historia, y alentar el odio».
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