Las encuestas no dan tregua y todo parece decidido. El poder desgasta, pero no hace falta echar las cartas o contratar a videntes para pronosticar el resultado en las urnas de Castilla y León. Miro por el retrovisor, el pasado más que huella, deja secuelas, ... pero la amnesia es otro efecto de la covid y nadie conserva sus facturas. Ya se ha extinguido la especie del votante indeciso. Si alguno ha logrado sobrevivir, es tal el nivel y la altura de las ideas que se vierten en campaña, que no le imagino devorándose las uñas consumido por la duda deshojando la margarita del voto.

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Porque aunque dicen que en la variedad está el gusto, el plantel no se modifica. Las mismas caras al dictado del aparato y la obediencia debida. Unos a prometer, otros a predicar y los de más allá, de oca a oca o de una provincia a otra. Todo vale en el cortejo electoral con tal de seguir cobrando del erario.

Pero desde aquí parto no una sino varias lanzas en su defensa. Estos camaradas llevan tanto tiempo entre nosotros que ya son como de la familia. Abnegados idealistas que solo buscan nuestro bienestar, siempre dispuestos a inmolarse por el rebaño para conducirlo a tierra prometida y que han convertido lo que antes era un paréntesis en la vida, una mera ocupación diletante, en una verdadera carrera profesional.

Mejor. Así evitamos engordar la lista del paro con individuos de difícil inserción laboral o, dicho de otro modo, sin oficio ni beneficio.

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