EFE

El bochinche

«Hay políticos de puerto, de tierra, de taberna y políticos de marejada y de galerna. Sánchez es de océanos, pues nadie es capaz de meterse en tantos charcos en 20 días sin que le guste el agua»

Chapu Apaolaza

Valladolid

Jueves, 30 de enero 2020, 07:20

Puede ser José Luis Ábalos el único entrevistado de la historia del periodismo que, cada vez que le preguntan, en lugar de perder interés, lo gana. El periodista siempre desea ser el primero en cuestionar a alguien, pero con Ábalos, la mejor versión siempre ... es la última.

Publicidad

Gabriel García Márquez dijo que el que da una exclusiva es el primero que lo cuenta bien. El relato del encuentro secreto del ministro de Transporte con la vicepresidenta de Venezuela en las entrañas de un avión privado a medianoche en la pista de aterrizaje de Barajas es un disparate perfecto. Ábalos -Jonás en el vientre del avión- sostuvo en primera instancia que la noche del lunes acudió a Barajas -el típico lunes que terminas en Barajas- y que acudía a título particular a la escalerilla del avión a recoger a un amigo, el típico colega que vas a recoger a la escalerilla del avión a título particular. A quién no le ha pasado. En ese momento y lugar dijo que se había encontrado «con este bochinche» de Delcy Rodríguez, pero el bochinche era él. Ábalos acudió al aeropuerto guiado por vaya usted a saber quién o vaya usted a saber qué, pero comunicó solamente el ánimo de evitar una crisis diplomática. La crisis diplomática era él.

La negociación con ERC, la mesa de gobiernos, la reducción de penas por sedición, lo de la justicia europea, la ministra de Fiscal General del Estado, el pin parental, lo de Guaidó y, finalmente, el bochinche de Ábalos agravado por la crisis de comunicación que le sigue, son suficientes episodios para concluir que después de la legislatura-friki se viene la legislatura-bochinche-que-va-a-bochinche-por-semana.

Hay políticos de puerto, de tierra, de taberna y políticos de marejada y de galerna. Sánchez es de océanos, pues nadie es capaz de meterse en tantos charcos en 20 días sin que le guste el agua. Es curiosa la relación de Sánchez con la zozobra, pues vive encantado en ella y usted -que se marea- no lo entiende, pero en este amor por las tormentas anida una concepción de la política y de la vida con andariveles y el mar saltando de una a otra borda. Sánchez no es que se meta en líos; es que es él mismo una versión del lío, el escándalo y el pandemonium.

La bulla está en su misma manera de gobernarse, y esto tiene una razón: a Sánchez le gusta jugar a las cosas y necesita que las cosas se muevan. Así, de cada escándalo extrae argumentos que pone a circular en la sociedad como cohetes silbadores y va chutando tantos balones que el terreno de juego cada vez es más ancho y las reglas son menos. El juego de la política se jugaba antiguamente en el campo de lo aceptable y bueno políticamente donde se estaba si se mezclaban en proporciones mágicas y secretas las normas de lo oportuno, lo coherente, lo necesario y lo que no necesitaba explicarse demasiado. Ahora, las reglas han cambiado y Sánchez desconcierta a sus contrincantes que siguen torpemente anclados en el lío de lo correcto. Sánchez juega a otro deporte -violento, escandaloso y hechizante- donde la única norma es la ley. Ahí, aunque sea perdiendo, Sánchez siempre gana.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad