Blasfemias

Aunque no hemos resuelto, ni de coña, el problema de la saturación de los centros sanitarios por culpa de la pandemia, empezamos a ser conscientes de lo mucho que el virus se ha llevado por delante, además de las víctimas propiamente dichas. La maldición que ... nos ocupa y preocupa no solo ha imposibilitado el acceso a los hospitales públicos, sino que ha convertido en una aventura despiadada conseguir cita presencial en los ambulatorios rurales y capitalinos. Por ello, es de agradecer que este medio se ocupe hoy del desamparo que sufren esos miles de pacientes que no saben adónde acudir para ser atendidos como antes de mediados de marzo. Necesitamos saber cuántos ciudadanos la han palmado por no haber sido atendidos a tiempo, han empeorado mucho desde entonces, o siguen padeciendo lo indecible mientras llega la ansiada cita.

Sé que esto no gusta a nuestras autoridades sanitarias, pero el sistema público de salud ha quedado hecho una braga, sin que nadie pueda vaticinar cuándo volverá todo a su ser. Las quejas al Procurador del Común y al Defensor del Paciente son un buen ejemplo del desamparo de miles de personas que esperan desde hace meses una cita profesional en su centro de salud. Si añadimos a esas listas a los que se conforman con blasfemar después de haberlo intentado sin éxito durante semanas, tendremos una radiografía cabal de la magnitud de la tragedia que estamos viviendo.

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