Me maravilla la fantástica capacidad de los políticos para darse leña en el pleno y compartir unos campanillos a la salida. Si servidor fuera médico diría que algunos protagonistas de ambas actividades padecen un trastorno bipolar que les hace cambiar de estado anímico de un ... momento a otro. Digo esto último con conocimiento de causa porque tengo un amigo afectado que pasaba de bravo a mortecino en un pispás, sin que entendiéramos ni la euforia que exhibía ni el bajón posterior, y aunque me lo explicaron varias veces opté por no prestarle atención en ningún caso. Bueno, pues algo así me pasa con debates como los dos últimos de nuestras Cortes, que vinieron precedidos de amenazadores relámpagos por un posible delito electoral que afectaría al presidente del PP y de la Junta, y acabaron adoptando casi por unanimidad un porrón de medidas a beneficio de la Comunidad a la que representan. Vamos, que la música que sonaba antes de empezar las sesiones eran 'La danza del sable' o el 'Dame veneno' y finalizaron con el relamido 'Quiero perderme en tu cuerpo', del Bisbal. En fin, para no tomárselo en serio, que fue lo que hizo esa procuradora por León que pasó la primera jornada del debate mirando en su portátil las tendencias de moda de la nueva temporada. Eso sí: apretando el botón cuando había que hacerlo porque una cosa es no estar al loro y otra no votar cuando toca, que además está pagado.

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