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Seguramente Unamuno lleva muchos años retorciéndose en su tumba. Por cómo la Historia ha manoseado su figura. Por cómo le utilizó el régimen. Por cómo censuraron sus palabras y sus entrevistas. Por cómo le hicieron protagonizar noticias falsas. Por cómo instrumentalizaron sus 'voluntarias' donaciones y ... hasta su muerte. De todo ello habla el impactante y necesario documental 'Palabras para un fin del mundo'. También del famoso episodio del Día de la Raza del 36.
Y, por supuesto, de su extrañísima muerte que abre un montón de enigmas. Las imágenes del documental son, por momentos, desoladoras. En especial las del bibliocausto. La quema pública de libros. La destrucción del conocimiento. La muerte de la inteligencia. También nos enteramos de que le birlaron el Premio Nobel: los nazis presionaron para que la Academia sueca no le concediera el Nobel por liderar la lucha contra el fascismo en España. A Pérez Galdós le sucedió algo parecido.
En 1912 presentaron su candidatura (avalada por figuras de primer orden). Cuando la prensa conservadora se enteró, comenzó una campaña de desprestigio con virulentos ataques contra sus «novelas revolucionarias que habían manchado el suelo de sangre», presentando como alternativa a Menéndez Pelayo (para más inri, íntimo amigo de Galdós). En Estocolmo se recibieron cientos de cartas y telegramas. La academia sueca, perpleja ante el odio cainita de dichas misivas, decidió no concederle el Nobel. Dos de nuestros más grandes escritores aplastados por mezquindades carpetovetónicas y presiones fascistas. Otra forma de bibliocausto.
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