Don azote

Pablo Fernández gustaba. El discurso calaba e incluso llegaba a resultar amigable, porque no siempre hablaba para los suyos. Leer abre la mente, pero centrarse solo en la novela de caballería puede hacerte ver gigantes donde solo hay molinos. Entregarse a causas plausibles pero hacerlo de forma soez solo puede despertar rechazo. Tu acta de diputado te concede el privilegio de hablar en nombre de los ciudadanos, pero no es un cheque en blanco sin filtros. El caballero no insulta, no arremete contra la capacidad intelectual de su contrario, no menosprecia, eso no es propio un representante político.

¡Ya está bien! Apoyarse en los instrumentos democráticos para formar un gobierno no es infame, porque si lo es en Castilla y León también lo es en España. No es de lerdos promover un pacto para la reconstrucción postcovid y concitar el apoyo de la oposición. Tampoco es degeneración política. Degeneración es utilizar un escaño para cuestionar con poca clase al otro orador para decirle que huele a alcanfor o que suena a NO-DO. No es una orgía democrática pactar con un partido político democrático para formar gobierno, orgía democrática es colocar a tu pareja en un Consejo de Ministros mientras dinamitas tu imagen de entregado feminista. Ése es tu verdadero Don azote.