Es evidente que el Gobierno está nervioso. Antepusieron la ideología a la salud y temen que alguno no se pueda ir de rositas. Llevan el timón a golpe de decreto y avisan a navegantes de la muerte por covid de Montesquieu, purgando a la Benemérita. ... Los informes resumen que, a sabiendas del riesgo que se corría, permitieron todo tipo de concentraciones hasta la traca final del 8-M. Y eso puede traer cola.
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Todavía es pronto para pronosticar el recorrido judicial que tendrán las múltiples querellas interpuestas, pero ya tenemos a los medios afines prestos al rescate como un bombero de guardia deslizándose por la barra al toque de sirena. Radiotelevisión espantosa a la cabeza.
Me viene a la memoria la película 'Primera plana' del genial Billy Wilder, espejo de una época dorada del periodismo, de cuando las redacciones estaban llenas de tipos cínicos y bohemios con tinta negra en las venas. Periodistas incómodos que solo acataban la ley de la gravedad y la orden de la andante caballería y ametrallaban el teclado mezclando calidad y prisa sin dejar títere con cabeza. Una época de reporteros escépticos alérgicos al publirreportaje, siempre dispuestos a entablar fiera y desigual batalla contra molinos o cueros de vino tinto. Me temo que, con alguna excepción, han pasado a mejor vida.
Es la nueva normalidad de mascarilla y control mediático. Quizá dentro de poco a quien tengamos que salir a aplaudir sea a los jueces.
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