Ahora que el litro de combustible cuesta casi tanto como el frasco grande de Chanel, los usuarios miran de reojo el precio calculando cuánto va a costar llenar el depósito, aunque muchos echamos siempre la misma cantidad, lo que es un autoengaño. Por eso, cuando ... supe que el Gobierno había decidido subvencionar con 20 céntimos cada litro de gasofa o diesel, primero me alegré y luego pensé: a ver cuánto tarda el mercado en tragarse nuestro dinerito porque el 'regalo' del Consejo de Ministros sale del bolsillo de todos.

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Ya sé que el mundo está revuelto con la guerra en Ucrania sin haber dejado atrás la agotadora pandemia, pero cuesta entender por qué los garbanzos o la gasolina suben de hoy para mañana, lo que me hace sospechar que esas y otras desgracias sirven para forrar el riñón de unos cuantos sujetos.

En realidad, la especulación con los carburantes se produce de manera más o menos cíclica desde hace medio siglo cuando la olvidada guerra del Yom Kipur disparó los precios y obligó a racionar el petróleo hasta el punto de que los coches con matrícula acabada en par sólo podían cargar los días pares, y los demás al revés.

Desde entonces no recuerdo haber entrado en ninguna estación de servicio dispuesto a llenar el depósito: soy tan simplón que el autoengaño me funciona cuando pongo veinte euros sin mirar el contador de litros, que malamente llenaría dos frascos de colonia cara.

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