El aula de la vida

¿Suena a tortura? No, todo lo contrario. Más bien, a un desafío. Ha sido toda una experiencia que no olvidaremos nunca y que debería servirnos para enfatizar la función de los maestros, poner de relieve su vocación y oficio, apoyar los recursos que necesitan y, sobre todo, para entender que las aulas (las de verdad) representan mucho más que ese lugar en el que dejamos aparcados a nuestros hijos durante unas horas para poder conciliar nuestro modelo de vida moderna. El aprendizaje es el resultado de un proceso colaborativo que depende en gran medida de la calidad de las relaciones cara a cara entre alumnos y maestros y entre estudiantes y otros estudiantes. Contiene mucho más de lo que aparece en un libro o en un examen.

En el mejor de los casos, todo esto habrá servido para comprender que su educación, que es lo que realmente los transforma en ciudadanos libres, requiere de nuestra participación activa. Ayudarnos de los avances técnicos para facilitar determinadas tareas está muy bien, pero no hay tecnología que pueda suplir eso.

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