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Al exvicepresidente de la Junta José Antonio de Santiago le escoció mi carta del pasado domingo, titulada 'La trama de los molinos'. Por eso, ... o sencillamente porque no compartía mis valoraciones, escribió una misiva que me remitió al diario y publicamos el pasado viernes, día 15, en las páginas de opinión. El género epistolar es mucho más rico que el de la mensajería instantánea, además de que permite un diálogo sosegado y medido. Por eso le respondo por el mismo medio. Trataré de aclararle algunas de las cuestiones que me planteó en su escrito y que, quizás por impericia, no supe fijar de modo inequívoco hace una semana.
Decía De Santiago, ante mi reflexión de que «el presidente Herrera jugaba con ventaja» cuando pidió perdón por anticipado en 2017 porque en esa fecha no se conocía el relato de lo ocurrido como ahora: «Es de suponer que el propio Herrera tampoco. Y si hubiese conocido todo lo que se recoge en dicho informe, claramente estaba cometiendo un delito penal. ¿Dónde está la ventaja?». Pues la ventaja está en que, de conocerse lo que se conoce ahora, no hubiese bastado seguramente con una petición de perdón. La prueba de esa ventaja está precisamente en lo que asegura justo después, cuando me recuerda que Juan Vicente Herrera ya dio explicaciones «en su momento, a petición propia, y que el PSOE no solicitó su comparecencia en la comisión de investigación». Así se las ponían a Fernando VII. Después añade: «Parece excesivo que el presidente de Castilla y León deba estar pendiente de cada expediente de los molinos de nuestro amplio parque eólico», como yo le aconsejaba. A mí no me parece excesivo. En todo caso, si no debía estar pendiente Herrera, igual debía haber estado su mano derecha, su vicepresidente, más aún teniendo en cuenta que la trama condicionaba la actuación de más de una consejería. Conviene recordar que de expedientes y cuantías económicas mucho más pequeñas, por ejemplo las de la publicidad institucional, se ocupaba De Santiago al mínimo detalle.
Me reprocha además que afirmé que si a un presidente le cuelan un pufo como este, una de dos: o lo consintió o no estaba en condiciones de presidir la Junta. Porque, según deduce, yo vine a decir que «o cometió un delito o estaba incapacitado para ocupar el cargo». Nada más lejos de mi intención que atribuir ningún ilícito penal a nadie, para eso están los jueces: mi consideración es política y solo política. Ni, por supuesto, mi propósito era considerar a Herrera un incapaz. Quizás mostró poco celo con este asunto o no tuvo olfato suficiente para adivinar por dónde se la estaban jugando sus altos cargos. Suyos y del vicepresidente, claro. Prosigue el defensor de Herrera: «Ningún medio de la comunidad informó sobre este asunto. Parece que a ellos tampoco les llegó ningún rumor ni ninguna pista. [...] En ningún momento se refiere [la Fiscalía] a miembro alguno de la Junta o a su presidente. No recuerdo ninguna denuncia relevante sobre este asunto, ni privada ni pública, ni social ni política, salvo la recogida en el informe de la Fiscalía sobre un promotor de parques que, en defensa de sus intereses, acudió a las vías contencioso administrativa y penal sin éxito». ¿Y? ¿No le parece al vicepresidente que tal mutismo, lejos de representar un atenuante, agrava la diagnosis del estado en el que se encontraba la vida pública y política de Castilla y León en la época? Estamos hablando de desmanes graves hechos durante años por altos cargos políticos de gobiernos que Herrera y él dirigieron.
En fin. ¿No le parece, señor De Santiago, que coge usted el rábano por las hojas y que lo de menos es lo que opine un humilde periodista? Como le expliqué el domingo pasado, si yo hubiese sido presidente (o vicepresidente) en la época en la que se produjeron los episodios que describe el fiscal, tantas veces y con tantos implicados de mi «jurisdicción», no sabría dónde meterme de la vergüenza.
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