Por uno de esos enigmas que quizás sólo conocían sus autores, la publicación del primer número del álbum 'Astérix el Galo' cumple en este solsticio de verano su sexagésimo aniversario. Esa crónica imaginaria de una pequeña aldea, enfrentada a las legiones romanas empeñadas en la ... conquista de Europa, ha alcanzado tal popularidad que sus personajes y episodios forman hoy parte de un sentimiento colectivo en todos los países del viejo continente. La traducción de ese comic a más de un centenar de lenguas y los 400 millones de copias vendidas en el mundo entero han elevado a una categoría casi bíblica ese álbum de ironías y sarcasmos, hábilmente superpuestos para hilvanar una brillante historia de aquella Europa narrada con el guiño impertinente y el desparpajo de una crónica de actualidad. La astucia del guerrero Astérix, la fortaleza del candoroso Óbelix, el secreto de la poción mágica, la sabiduría antigua del druida Panoramix y las ocurrencias banales del bardo Asurancetúrix conforman el excelente guión que tejieron sus autores, el dibujante Albert Uderzo y el guionista René Goscinny.
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En el relato divertido de esas hazañas bélicas protagonizadas por una tribu de galos indomables, hay un hilo conductor ingenuo y a la vez jactancioso: los legionarios romanos, bien armados, han de luchar en su obsesiva conquista con los toscos guerreros de los pueblos barbaros que no aceptan ser subyugados por las legiones de Julio César, cuyos discursos imperiales, tan vibrantes como las arengas del General De Gaulle, alimentan la irrisión de sus incultos enemigos. Los galos sediciosos de la aldea rebelde y sin nombre patrocinan a su manera la libertad y la independencia de las indómitas tribus amenazadas por los ejércitos romanos, como los bretones, los normandos, los pictos (escoceses) y los corsos. He aquí el mapa de esas tribus levantiscas que luchaban por su libertad, argumento intuido por Uderzo y Goscinn y, un fiel reflejo secular de la soflama independentista que agita hoy en Europa a esos mismos pueblos en permanente incendio avivado por su ensueño de insurrección.
A Córcega viajaron los héroes libertadores de la aldea gala para ayudar en su lucha contra los romanos a los corsos alzados en armas, e impedir que el pretor de la isla llevara a Roma el producto de su pillaje. Los corsos son descritos como individualistas, descuidados, elocuentes, valerosos y ante todo susceptibles. Astérix y Óbelix atravesaron también el océano para ir a Escocia y derrocar al jefe de los pictos de Escocia que había firmado un pacto con los romanos. Los escoceses son gente ruda y valiente y, como es habitual, el relato del comic explota los tópicos locales, desde el monstruo del lago Ness hasta la típica indumentaria de la falda escocesa y la costumbre de beber «agua de malta» (whisky). La misma perspicacia narrativa, ilustrada y amena, se aplica en todas las aventuras de Astérix para describir la idiosincrasia de otros pueblos en guerra perpetua contra las legiones romanas, como Bretaña y Normandía. El guiño libertador del famoso comic francés responde solamente a una parodia humorística que respeta, sin embargo, la identidad colectiva de los países que forman el mapa de la actual Europa. Mal podría venir de la Francia unitaria y jacobina una propuesta con aires independentistas ni siquiera irónica, tan de actualidad como la que mantiene con obstinación una parte notable de los ciudadanos del Principado de Cataluña. «Eso sí que nos situaría en el mundo, un comic de Astérix en Cataluña», suspira esta semana un periódico portavoz del bando separatista.
La aspiración del independentismo catalán fue tomada en cuenta hace treinta años por el dibujante Albert Uderzo, entonces autor también del guión de la historieta. Recuerdo su elegancia en el vestir, la voz atiplada y su generosidad en la entrevista que me concedió en su estudio de la Avenida Hoche un día de invierno del año 1991, en París. Dibujó él un Astérix torero junto a la dedicatoria de su álbum recién publicado 'Astérix, la rosa y la espada', que aún conservo, y respondió así a mi pregunta sobre el proyecto de llevar a su héroe en misión liberadora a Cataluña, promesa que había hecho un año antes en un programa de TVE a mi buen amigo Ángel Casas: –Falta menos de un año para las Olimpiadas de Barcelona, me respondió, y no tengo tiempo para cumplir con mi palabra. Además, ahora el interés del público circula muy lejos de la política. Los nacionalismos son irrelevantes o están agonizando. Gracias a Dios.
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La política y el cómic no se ignoran, incluso se complementan, pero Didier Conrad y Jean-Yves Ferri, autores ahora de la serie 'Astérix el Galo' opinan que «los nacionalismos regionales están contaminando la Europa de hoy, aunque una fraternidad y solidaridad europeas están tratando de remediarlo». He aquí la gran paradoja: la Unión Europea se enfrenta actualmente a los secesionismos regionales debido al creciente poder de las regiones en los Estados miembros dentro de ella. Los delirios que han dado consistencia al sueño secesionista se estrellan contra la realidad. Cataluña es una sociedad multilingüe, multiétnica y plural. Ningún poblado de Astérix resistió con éxito el dominio del imperio romano, ni siquiera fortalecidos con la poción mágica del druida Panorámix. Al cabo, los corsos, bretones, sicilianos, escoceses, vénetos, catalanes y bávaros, fueron todos romanos y ninguno de esos clanes secesionistas, algunos arrastrados por el egoísmo, la supremacía y la xenofobia, está hoy dispuesto a perder su estatuto de miembro de la Unión Europea.
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