Asfixia y restricción física
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Lo único que nos permiten todavía es bajar a contagiarnos a Madrid. Esa «bomba radioactiva vírica», que dice Emiliano García-Page. Esa comunidad vecina donde su presidenta anuncia «medidas dolorosísimas»El informe dice así: «Complicaciones de la asfixia en el marco de la restricción física». Podría ser el título de un documento interno ministerial, valorando los efectos del confinamiento sobre la economía del país. Pero no. Se trata de la explicación de la muerte en ... Rochester del ciudadano Daniel Prude. Desnudo, esposado y asfixiado en plena calle, bajo el aguanieve. En su demencia, amenazaba con escupir a los agentes y contagiarlos de coronavirus. Por si acaso, estos le aplastaron la cabeza contra el suelo. Y se acabó.
Daniel Prude era negro. Pero da lo mismo. Michael Reinohel era blanco. Y antes que detenerlo para llevarle a juicio por el presunto asesinato de Aaron Jay Danielson, el agente del FBI que le interceptó prefirió dispararle. Danielson, por su parte, murió defendiendo al presidente Trump de las hordas antirracistas. Tenía 39 años y una gorra con la insignia de los Patriot Prayer: cuchillos y pistolas de paintball contra los insurgentes. Así están las cosas en el país que dirige el mundo. Complicaciones de la asfixia.
Entre asfixias y restricciones tampoco es que por aquí estemos como para tirar cohetes. El propio Trump, que vuelve a enfrentarse a las urnas el 3 de noviembre, se ha puesto a la cola para sumar a sus homeopatías unas cuantas dosis de la nueva vacuna británica de AstraZeneca. Una de las seis con las que la Unión Europea espera empezar el cuerpo a cuerpo contra el coronavirus en un par de meses. Bajan las temperaturas, suben las limitaciones y el camino hasta entonces se antoja largo.
En Valladolid estamos prácticamente en fase 1, y lo único que nos permiten todavía es bajar a contagiarnos a Madrid. Esa «bomba radioactiva vírica», que dice Emiliano García-Page. Esa comunidad vecina donde su presidenta anuncia «medidas dolorosísimas» con sangre, sudor y lágrimas. Mientras que su consejero de Sanidad asegura que «la pandemia está estable y controlada», creyéndose que vive en Aragón. Aquí la única que respira es la banca, con la fusión de Bankia y Caixabank. Muchas 'kas' en un abrazo sin mascarilla entre Madrid y Barcelona. A beneficio de Valencia. Alguien debería tomar nota.
Ahora ya sabemos que buena parte del caos de la vuelta al cole en Madrid tiene que ver con el alto número de profesores que han dado positivo. Los rastreadores civiles y militares ya están pensando en contratar a un batallón de perros de Helsinki, que se ponen tristes cada vez que detectan a un contagiado de coronavirus. Pero tampoco hay que preocuparse. La líder de la oposición ya ha dicho que, tarde o temprano, «todos los niños se contagiarán del coronavirus». Los suyos y los nuestros, se entiende. A grandes males, grandes remedios. Aunque en este caso hace ya mucho tiempo que pienso que el remedio es peor que la enfermedad. El círculo de las restricciones físicas se estrecha, como la bolsa en la cabeza de Daniel Prude. Tres minutos de agonía frente a los tres meses que se ha pasado alguno de nuestros seres queridos en la UCI. Cuando el ministro de Sanidad, o el de Economía, certifiquen nuestra muerte por asfixia, al menos que el cadáver esté limpio de coronavirus. Sic transit gloria mundi.
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