Arbitrar las memorias

Es evidente que la publicación, ayer en el BOE, del listado de españoles fallecidos en los campos de concentración nazis de Mauthausen y Gusen nos reconcilia en parte con el esfuerzo, a mi modo de entender necesario, de construir una memoria cívica que reconozca el sacrificio de quienes combatieron al fascismo. Dicha construcción de memoria, que compete en gran medida al poder político, adquiere bases sólidas a partir del trabajo de historiadores como Gutmaro González Bravo, cuya trayectoria de investigación atesora ya una dilatada lista de publicaciones sustentadas en pruebas empíricas susceptibles de escrutinio crítico. Me consta que la labor de Gutmaro es ardua y a menudo ingrata, pero necesaria; y a diferencia de la memoria, que por definición es afectiva, psicológica, voluble, individual, emotiva y siempre presentista, el oficio de Gutmaro, como el de todo historiador, es acumulativo y con pretensiones de cientificidad, esto es, construido a base de materiales que permiten reconstituir un hecho dotándole de veracidad, lo que no quiere decir que no admita interpretaciones diversas, cuando no divergentes.