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En una carrera absurda por alcanzar los máximos niveles de estolidez colectiva en procura de un relato políticamente ultracorrecto de todo lo que somos, e ... incluso de aquello que fuimos, no deja de resultar una sandez de dimensiones siderales la ocurrencia de los nuevos responsables de la Corporación RTVE consistente en suministrarnos una explicación, en forma de cartel, para que nuestra sensibilidad democrática, feminista, ecologista, igualitaria e inclusiva no sufra al contemplar películas españolas rodadas y estrenadas en otro tiempo.
Hablamos de ese programa entrañable llamado 'Cine de Barrio' en el que oficiaron como presentadores Carmen Sevilla, Concha Velasco o José Manuel Parada, y en el que cada tarde de sábado se emite una película de los años sesenta, setenta u ochenta. Se trata de una mirada retrospectiva a la sociedad que entonces constituía este país y que, lógicamente, está muy alejada de lo que España es en la actualidad. Quizá el valor sociológico del espacio sea ese, comprobar cómo hemos evolucionado en todo: lenguaje, modos, maneras, forma de vestir, peinados, roles sociales e incluso en el paisaje urbanístico de nuestras ciudades. Del paleto que representaba Paco Martínez Soria a los comportamientos rijosos de Pajares y Esteso, pasado por el 'landismo', las suecas o los negocios de cacerías que retrató magistralmente Berlanga en 'La escopeta nacional', todo ha cambiado mucho, afortunadamente.
Los espectadores que no somos estúpidos, aunque haya algún directivo en Prado del Rey que piense lo contrario, sabemos distinguir perfectamente aquellas realidades trasnochadas de los tiempos actuales y conocemos lo que este país ha cambiado, se ha transformado y modernizado en el último medio siglo. Por eso resulta innecesario incluir en las películas sabatinas de media tarde, que ahora presenta Inés Ballester, el siguiente mensaje: «Las circunstancias contenidas en esta película se enmarcan en una época determinada y deben ser entendidas en el contexto social de dicha época». Aparte de la penosa y tautológica redacción, es una especie de lavado de manos ante las protestas de algunos sandios que se sienten incómodos ante escenas que perturban su sensibilidad democrática y parecen reclamar estúpidamente aquellos tiempos de censura del Ministerio de Información y Turismo.
Una de las consecuencias más absurdas del movimiento 'woke' fue cambiar el título a 'Diez negritos' de Agatha Christie, por razones supuestamente racistas, condenar 'Bambi' de Walt Disney, o prohibir directamente 'Blancanieves', por los siete enanitos. Puestos ya a construir memeces cósmicas, podrían poner un cartel diciendo que el elefante Dumbo no volaba, o que los muertos de los westerns son actores que simulaban haber sido alcanzados por las balas de un revólver. El cine de Antonio Ozores, como las películas de destape, son reflejo de otro tiempo y otro país, pero permiten mirarnos en sus títulos para demostrar la manera en la que ha avanzado la sociedad. Si nos ponemos absurdamente exquisitos, habría que cancelar la mitad de los capítulos de 'Cuéntame', con Antonio Alcántara y Merche sometidos a situaciones que corresponden a otras épocas, y lo mismo ocurre con algunas canciones, determinadas novelas y muchas otras manifestaciones artísticas.
La ultracorreción linda casi siempre con la estupidez, y eso ocurre en este caso. Si se trata de no molestar a los ofendiditos de fabrica o de evitar las protestas de los desocupados habituales, me permito sugerir a los responsable de TVE que se limiten a poner un aviso recomendado a las almas sensibles no ver directamente el programa o, si lo hacen, tener a mano las sales para evitar desvanecimientos. Y rogarles, por favor, que no nos tomen por tontos. Ya está bien de sandeces.
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