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Tiempo de cambios

«Mientras unos reciben sonrisas, loas y palmadas en la espalda, otros, que pasaron por idéntico trance hace años, se ven obligados a regresar a su antiguo puesto de trabajo y, lamentablemente, en muchos casos a apuntarse a las listas del paro»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 27 de junio 2023, 00:24

Una semana después de haber tomado posesión, todavía andan organizando sus nuevas vidas los concejales de todos los ayuntamientos de España. Son días de abrir cajas con pertenencias personales, de ubicarse en las plantas de los edificios, de conocer a secretarias y colaboradores, jornadas de ... configurar teléfonos, tabletas y direcciones de correo. El no parar que precede al desarrollo de un nuevo trabajo sobrevenido tras las elecciones del 28 de mayo. Este es, sin duda, el momento vital más asombroso y gratificante que van a disfrutar los hombres y mujeres que ahora debutan en las recién constituidas corporaciones municipales. Enseguida les corresponderá a los parlamentos y gobiernos autonómicos y, más tarde, al Gobierno de la nación.

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Uno recomendaría a los misacantanos locales que disfruten todo lo que puedan de este trasiego de felicitaciones, reconocimientos y novedades. De repente, el tiempo pasará y se verán inmersos en su primer conflicto, después vendrá el segundo y más tarde, todos los demás. El trabajo espeso y municipal es arduo y aunque es verdad que se trata de la política más cercana a los ciudadanos, también resulta cierto que es la que se encuentra sometida en mayor medida al escrutinio público directo. La gente quiere infraestructuras en su calle y en su barrio, pide zonas verdes, reclama, con justicia, soterramientos y espera que los ediles elegidos trabajen para hacerles la vida más agradable. Quiere circular sin atascos, tener las calles limpias, buenos servicios sociales y, por supuesto, gozar de seguridad en su ciudad. Espera ver a los nuevos alcaldes y concejales mezclados con ella y no recluidos en sus flamantes despachos. Formar parte de un consistorio es la prueba del nueve de cualquier vocación política, la verdadera oportunidad de demostrar la vocación de servicio y la utilidad del cargo que se ocupa.

Mientras unos reciben sonrisas, loas y palmadas en la espalda, otros, que pasaron por idéntico trance hace años, se ven obligados a regresar a su antiguo puesto de trabajo y, lamentablemente, en muchos casos a apuntarse a las listas del paro. Es muy duro abandonar el boato de los cargos, los móviles y ordenadores personales, los asesores, despachos y demás parafernalia al uso y comprobar, de un día para otro, que el teléfono no suena y que ya no se es nadie porque no se tiene poder. Comprobar como los aduladores de tanto tiempo corren a servir a los recién llegados y que los privilegios inherentes al cargo desaparecen por el relevo de otras personas que ahora ostentan sus cargos por decisión soberana de los electores. Pasar, nada menos, que de cobrar a no cobrar, de tener resuelta la vida a buscársela imperiosamente en el frío que siempre rodea a las cesantías. Lo reflejaba magistralmente Galdós en 'Miau' y lo comprueban ahora todos aquellos que llegaron a la política buscando un refugio, sin asimilar que era un cobertizo temporal y que resulta imprescindible llegar a los cargos públicos cotizado de casa.

En fin, así las cosas, sólo resta desear suerte a quienes ahora cogen las riendas de las ciudades para determinar su rumbo inmediato. En la vorágine de los cambios cabe recordar que toda mutación encierra una oportunidad y que hay que aprovechar cada minuto en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Y también, que las iniciativas relevantes que no pongan en marcha en los primeros cien días, permanecerán inéditas para siempre. Alcaldes y concejales tienen que ponerse a trabajar y hacerlo bien, de lo contrario, la decisión inapelable de los ciudadanos decidirá su apartamiento del poder así que pasen cuatro años.

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