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Imposible no recordar aquella historia llevada al cine por Hal Ashby y protagonizada por el mejor momento de Peter Sellers. La película era 'Bienvenido Mr. Chance' y narraba la peculiar historia de un jardinero que cuidaba de la mansión de un acaudalado ciudadano quien, al ... morir, le dejó en el más absoluto desamparo. La fortuna hizo que conocerá a una mujer que lo acogió en su casa y, a partir de ahí, se produjo la circunstancia de que por su manera críptica de expresarse consiguió hacer creer a mucha gente que era un gran estratega político. La historia, convenientemente revisitada, no deja de evocar al papel de José Luis Rodríguez Zapatero, esmerado cuidador del huerto bolivariano venezolano, cuyo verdadero elemento diferenciador con sus antecesores, es haberse convertido en un peor expresidente del Gobierno de lo que fue en sus años en la Moncloa.
Actuando como un auténtico 'go between' del dictador venezolano Nicolás Maduro, nuestro ZP aún no se ha pronunciado acerca del clamoroso fraude electoral perpetrado por el régimen del país hace dos semanas. A pesar de haber sido espectador privilegiado de un pucherazo sideral, no se le ha conocido comentario alguno ante aquella actuación antidemocratica denunciada por todo el mundo excepto por Rusia, Irán, Cuba, China y Corea del Norte. Así son las cosas. Es más, Zapatero ha pedido al Grupo de Puebla, el 'lobby' de izquierdas del que forma parte, que no exija las actas electorales a Maduro ya que considera que reclamar la publicación de resultados es «hacerle el juego a una oposición violenta». Es decir, entre el sátrapa Maduro –Felipe González 'dixit'– y Maria Corina Machado y Edmundo González, el expresidente está con el primero al que debe considerar un demócrata de libro. Por tanto, entre hacer valer su influencia para que Venezuela recupere la dignidad y la libertad, o bailarle el agua a la cohorte madurista de Diosdado Cabello, Delcy Rodríguez y todos los palanganeros que rodean al dictador, su opción es tan clara como equivocada, sin dar margen siquiera a la ambigüedad.
La pregunta es por qué este desempeño indigno de un político que dice defender la democracia y que se define a si mismo como profundamente progresista. Escribía Arturo Pérez-Reverte en las redes sociales que si él fuera el reportero que un dia fue, dedicaría un tiempo de su actividad periodística a investigar el verdadero papel que desempeña Zapatero con el régimen venezolano, pero que como ya es solo un señor que escribe libros esa investigación se la dejaba a otros. La verdad es que hay demasiados puntos opacos en cuanto al rol zapaterista en ese país. Nadie sabe si actúa como un emisario de Maduro, un intermediador de los bolivarianos, un enviado especial permanente a Caracas o si, únicamente, hace lo que hace en defensa de sus propios intereses 'dizque' económicos. Nadie sabe nada y él, intencionadamente, no se ha explicado nunca, lo que levanta legítimas sospechas acerca de la verdadera entidad de su trabajo en la zona.
Convendremos en que el papelón es de aúpa. Defender la legitimidad de unos comicios groseramente adulterados en los que se han obviado las convenciones propias de cualquier democracia (ya sabemos todos, menos ZP, que Venezuela no lo es), resulta un ejercicio que pone de manifiesto una concepción de la politica que choca frontalmente con la que debe exhibir un defensor de la libertad para con una nación tan cercana a nosotros como es Venezuela. Mientras tanto, observamos como Zapatero continúa cuidando silenciosamente el huerto de Maduro. Igualito, igualito que el mister Chance de la película.
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