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Dados rodando

Reivindicar las farmacias

«Tenemos a unos magníficos profesionales farmacéuticos titulados en una carrera ardua que requiere un esfuerzo intelectual que no puede desaprovecharse en la simple dispensación mecánica de fármacos»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 23 de mayo 2023, 01:01

Caso de la vida real: una mujer joven le explica a la farmacéutica que lo está pasando muy mal a causa de una cistitis, una enfermedad cuyos síntomas reconoce bien. Su interlocutora, al otro lado del mostrador, le dice que hay un medicamento específico que ... con solo dos tomas le solucionaría su caso. El problema es que no puede despachárselo porque requiere receta médica. La enferma le dice que ha llamado a su centro de salud y le dan cita para dentro de 5 días, un plazo inasumible. Así las cosas, recibe la recomendación de ir a urgencias, esperar varias horas y obtener así la prescripción que le devuelva su calidad de vida. O sea, saturar las urgencias para un caso menor. No queda otra.

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Seguimos. A un estudiante de 16 años le saca de la clase su tutor, junto a otros compañeros, para entregarles a todos una carta de la Comunidad de Madrid con instrucciones para que tomen un medicamento utilizado para evitar un posible contagio de meningitis. La sufre un alumno que está ingresado en urgencias y ha facilitado los nombres de sus amigos más cercanos a petición de los médicos. Cuando los padres acuden con la carta a la farmacia para iniciar de inmediato el tratamiento, se encuentran con la petición de receta. Al ser viernes y no obtener hora en su centro sanitario público se ven obligados a acudir a urgencias para que, tras una larga tarde-noche de espera, les den el papel firmado que les permita empezar con la pauta recibida de las autoridades sanitarias. Todo un sinsentido.

Son solo dos casos, pero hay infinitos. Los servicios de urgencias están saturados y atienden una mayoría de casos que no son prioritarios en absoluto. Tenemos a unos magníficos profesionales farmacéuticos titulados en una carrera ardua que requiere un esfuerzo intelectual que no puede desaprovecharse en la simple dispensación mecánica de fármacos. Esto lo ha visto el gobierno del primer ministro británico Rishi Sunak, que acaba de presentar un plan de Atención Primaria para disminuir la presión sobre el NHS, el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido. Con esta iniciativa, los titulados superiores de las farmacias británicas podrán diagnosticar y recetar medicamentos para las siete dolencias más comunes que causan la saturación de las urgencias, entre ellas la inflamación de garganta, las otitis, los brotes de herpes zóster, las picaduras de insectos o las infecciones urinarias. Se trata de un primer dique de contención; si los trastornos de salud persisten los pacientes deberán acudir a su médico, pero, a buen seguro, habrá miles de casos que se resuelvan en esta puerta de acceso al sistema sanitario.

Ante esta decisión, los recalcitrantes, que siempre existen, pondrán a buen seguro el grito en el cielo, pero, qué quieren que les diga, entre la prescripción de un farmacéutico experimentado y la de un residente de Medicina, para casos leves, no parece que exista ninguna abismal diferencia. Los profesionales de Farmacia no pueden ser meros dependientes, hay que utilizar sus conocimientos y su talento para atender algunas dolencias comunes que no deben colapsar las urgencias, que están diseñadas para tratar enfermedades de carácter grave. Hoy, no hay otra opción y eso constituye una disfunción que en Inglaterra van a solventar por una via racional y coherente. Me temo que en España no será posible, porque los aspavientos, esparagismos y rasgado de vestiduras de algunos impedirán cambiar aquello que se diseñó para atender episodios isquémicos, fracturas óseas o cólicos nefríticos, y hoy, a falta de alternativas, es utilizado para diagnosticar una simple faringitis.

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