Se ha retorcido todo tanto que, a estas alturas, el Gobierno ha de preguntarse si de verdad ha merecido la pena. Por siete votos, tan solo siete votos, Pedro Sánchez y Bolaños han puesto al Estado de Derecho bocabajo. Por insólitos vericuetos han colado indultos ... a delitos gravísimos y han dejado impunes conculcaciones de libro al ordenamiento jurídico vigente. Tal parece que toda perpetración contra el Código Penal merece ser amnistiada si la fechoría se ha cometido por la causa catalana. Si alguien ha asaltado una joyería en cualquier lugar de España y antes dejó escrito ante notario que lo hacía para mejorar la convivencia en Cataluña y en contra del Estado opresor, ese delito debería de tener cabida en la amnistía porque, según dice la Constitución, todos somos iguales ante la ley.
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Ahora ya sabemos que no. Desengañémonos cuanto antes, Puigdemont y los suyos no son como el resto de los mortales. Ellos quieren ser juzgados de otro modo y perdonados de sus delitos por representar lo que representan. No la causa catalana, no, sino siete votos parlamentarios decisivos para que Pedro Sánchez continúe en el poder. Esa es la verdad y la realidad, lo demás son argumentaciones torticeras que nos cuentan como si fuéramos estólidos para tratar de justificar lo injustificable. Estamos asistiendo a un chantaje en directo, a un sometimiento del Gobierno a Junts en tiempo real. Hasta ahora, los indepes han pedido y Sánchez ha concedido traspasando líneas que alguna vez fueron rojas para, al final, no contentar a los 'puigdemoniacos', que le han hecho una peineta en el Congreso.
Se trata de salvar a Puigdemont y de hacerle inexpugnable ante la acción de cualquier magistrado. Blindar su figura para que los jueces no puedan actuar contra él por ningún concepto de los que figuran en el Código Penal, blanquear su imagen para convertirlo en un ciudadanos honorable; así, de esta manera, Sánchez podrá reunirse con él sin mácula de delincuencia en su currículum. Ese es el plan y de ahí los disparates que estamos contemplando con una perplejidad digna del mayor asombro. Si la amnistía falla únicamente quedaría la vía del indulto, pero para ello el fugitivo tendría que regresar a España y ser juzgado y condenado por los tribunales. Solo entonces cabría esta medida de gracia por parte del Ejecutivo, al igual que ya hizo con sus conmilitones en el golpe del 1-O. Pero Puigdemont no quiere ni oír hablar de una solución así, exige la amnistía total, la inexpugnabilidad de su figura y eso es algo difícil de conseguir porque, existen fisuras por las que puede actuar la justicia y conducirle a prisión.
Hay una solución que alguna lumbrera podría plantear, se trataría de declarar la inviolabilidad absoluta del huido. En nuestro país solo el Rey, en el ejercicio de su cargo, goza de tal posibilidad. Ya que estos lindos cuestionan la monarquía y todo lo que representa al Estado, podrían encontrar en esta salida el remedio a todos sus temores, que son muchos. Lo dicho, se propone una reforma constitucional y todos los ciudadanos respaldamos la inviolabilidad de Puigdemont. Y ya de paso, le hacemos Jefe de Estado adjunto o le proclamamos cabeza de una iglesia. Da igual, el caso es protegerlo de los malvados con toga que quieren para él un tratamiento similar al de cualquier ciudadano. Nunca en la historia de España, siete votos, solo siete simples votos, han provocado tanta ignominia y tanto desafuero. Sánchez se juega su permanencia y el Estado su propia dignidad. Así de claro y así de grave.
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