Uno de los formatos clásicos de la televisión, inventado por las grandes cadenas norteamericanas en los años setenta, ha sido el de poner en el centro con carácter monográfico a un personaje popular del que no se sabe nada desde hace tiempo. Por el tamiz ... de los productores audiovisuales han pasado cantantes, actores, representantes relevantes del mundo social y toda suerte de gente que un día acapararó portadas dejando en ellas la gloria efímera de un tiempo pasado. Aquí, sin ir más lejos, pudimos ver una miniserie ideada por David Trueba para Canal + que llevaba como título '¿Qué fue de Jorge Sanz?' sobre el otrora popular interprete que participó en una significativa parte de las películas que se rodaron en España hace un par o tres de décadas.
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Ocurre que el tiempo informativo se ha acelerado tanto en la actualidad que ya no hace falta que pasen lustros para que perdamos la pista a los que un día fueron famosos por uno u otro motivo. Fíjense ustedes en el mismísimo Carles Puigdemont que hasta hace quince días era, por derecho propio, el rey del mambo político con sus amenazas, sus ruedas de prensa y su anuncio de regreso inminente a Cataluña donde se iba a armar, supuestamente, la mundial haciendo descarrilar la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat y poniendo patas arriba todo el tablero institucional de la legislatura. Como bien había anunciado, 'Puchi' regresó, pero solo un poco para no arriesgarse a ingresar en prisión por orden del juez Llarena, que ya se sabe que la cárcel es muy incómoda y no tiene el confort del que disfruta a diario en su retiro dorado de Waterloo. Su retorno, en plan gatillazo, se limitó a un corto mitin de buena mañana ante tres mil fieles y a una rápida y vergonzante huida para evitar la acción de la justicia. De participar en la sesión del Parlament, como había anunciado, nada de nada. Puigdemont es valiente, pero dentro de un orden.
De modo y manera que ahí lo tenemos, en su voluntario autoexilio belga, empezando a pintar menos en este momento que la Tomasa en los títeres. Cataluña tiene un nuevo gobierno, Illa ha nombrado a sus consellers y la vida sigue sin preocuparse por un personaje atrabiliario que, en dos escasas semanas, ya no es capaz de concitar interés mediático alguno porque la opinion publica le considera, con razón, una rémora del pasado. 'Puchi' se ha convertido en una imagen viejuna, un político desnortado de otro tiempo, cuyo fantasma gravita cada vez más lejos de lo que ocurre en Cataluña. Su ultima bala de plata es intentar convencer a los suyos de que no vuelvan a apoyar a Pedro Sánchez en el Parlamento y de que, por supuesto, no le voten los Presupuestos. Esa es la única maniobra posible para intentar reverdecer un protagonismo que se ha evaporado en tiempo récord. Si la propuesta sale adelante, demostrará la influencia que tiene en su partido y su capacidad de maniobra en lo que él denomina «política del Estado español». Ocurre, empero, que ya hay voces autorizadas en Junts que plantean una renovación del liderazgo y creen firmemente que Puigdemont no es el mejor representante para los nuevos tiempos. En cualquier caso, asistimos al irreversible ocaso de su figura y a la evaporación de lo que fue su icónica representación para un sector de Cataluña.
Los tiempos están cambiando, que cantaba Bob Dylan, y corren muy deprisa. Demasiado. Por eso, ante ello, cabe preguntarse, hoy y aquí: ¿qué fue de Puigdemont…?
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