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Europa Press
Dados rodando

Pucela en el Bernabéu

«Ganar a los equipos grandes con el presupuesto, la plantilla y los mimbres que tenemos es una ensoñación a la que solo podemos llegar por casualidad o por una de esas cosas que pasan en este juegos»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 27 de agosto 2024, 07:40

Quiso el azar que nuestro primer partido fuera de casa tuviera como marco el nuevo Santiago Bernabéu, un estadio superferolítico en el que después de Taylor Swift, Duki, Luis Miguel y Karol G, «la Bichota», debutábamos nosotros con Pezzolano al frente y un once ... titular que miraba aquello como se contempla la muralla China, las cataratas del Niágara o el parque Kruger, por poner solo algunos ejemplos de las maravillas del mundo. Era la primera vez que el equipo jugaba en las remozadas instalaciones de Chamartín, una construcción apabullante que intimida solo con sentirse parte de su realidad en una ultima tarde de domingo de agosto.

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A pesar de lo esdrújulo de la fecha, el estadio estaba a reventar porque quiso también la suerte que el encuentro coincidiera con el estreno en casa de Kylian Mbappé, el flamante fichaje madridista que ya venía rodado, premiado y goleado desde su estreno en Varsovia contra el Atalanta. De modo y manera que allí estábamos los hijos del Conde Ansúrez, unos pocos miles de almas blanquivioletas sumidos en un estado a medio camino entre la esperanza y el pánico. No era para menos. Ver allí, en vivo y en directo, al propio Mbappé, a Vinicius, Rodrygo, Carvajal, Tchouaméni y compañía frente a los nuestros constituía un epifenómeno capaz de describir la gloria incierta o el caos en pocos minutos de juego en este mausoleo erigido a mayor gloria de Florentino Pérez, uno de los tipos más listos que en el mundo habitan.

Así las cosas, uno, que acudió al estadio con su hijo, ambos con las bufandas del Pucela, invitación mediante de un buen amigo socio del club, procedió a saludar al entorno merengue con una corrección propia de nuestra ciudad y a dejar las cosas claras desde el inicio. «Miren ustedes», les dije, «ya sabemos que estamos en unas localidades madridistas y quiero felicitarles por la victoria en la Supercopa de Europa, por la Champions, por el fichaje de Kyliam e incluso por la Liga de la pasada temporada». Animado por el «speech», proseguí: «Aquí donde nos ven, somos del Valladolid y hemos venido a apoyar a nuestro equipo, les ruego que no se molesten ustedes si nos ven animar al Pucela en algunos momentos. Piensen que esto puede ser una masacre, David contra Goliat, el cuartel naval de Cartagena frente a la Sexta Flota, en fin, que se hacen cargo. Si salimos vivos o levemente maltrechos lo consideraremos un triunfo en las actuales circunstancias». Comprobé enseguida que la educación y el respeto, juntos, son capaces de obrar milagros. Nuestros vecinos de asiento en lugar de molestarse se sintieron solidarios hasta el punto de que en algunos pocos y contados momentos del juego eran ellos los que nos jaleaban diciendo «bien» y «muy bien» ante algunas acciones puntuales de los nuestros.

Luego, el fútbol es lo que es y un equipo cuya nómina global es muy inferior a la de un solo jugador del Real Madrid, hizo lo que pudo y encajó una derrota que ya venía cantada en las apuestas. Les ahorro los detalles porque ya los conocen, pero les aseguro que sobrevivir con dignidad a un embate así ya es todo un triunfo.

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Ganar a los equipos grandes con el presupuesto, la plantilla y los mimbres que tenemos es una ensoñación a la que solo podemos llegar por casualidad o por una de esas cosas que pasan en este juego y que Vujadin Boskov definía perfectamente con aquella frase mítica de «fútbol es fútbol».

Acabamos de empezar y nos han dado el primer disgusto. Pero soñar es libre. Seguimos.

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