

Secciones
Servicios
Destacamos
Definitivamente, dedicarse a la política en este país se ha convertido en un deporte de riesgo. Observamos a diario el fango informativo amasado con filtraciones ... y medias verdades en procura de presentar al enemigo (evitemos ya lo de adversario, en honor a la verdad) como un conjunto de males sin mezcla de bien alguno. Aquí ya vale todo, la corrupción, mal endémico de nuestro tiempo, se ha enseñoreado de la cosa pública y amenaza con contaminarlo todo. La colección de golfos apandadores que hemos conocido en estos años bajo todas las siglas, es un epítome de la mala calidad de quienes se dedican a una actividad que algún día fue honorable y hoy es un albañal en el que algunos chapotean con fruición.
La conversión de la política en una voraz máquina de picar carne es algo constatable que aleja el talento de una actividad imprescindible en democracia. Los que aún trabajan por el bien común y mejorar la sociedad, alimentados por una vocación admirable pudiéndose dedicar a otra cosa, merecen reconocimiento y admiración ante una actividad que es lo más parecido a transitar por un campo de minas. Claro que existen políticos honrados, de hecho son la inmensa mayoría, pero el chapapote de las prácticas corruptas ha extendido su negra mancha a un colectivo que goza cada vez de menor reconocimiento social.
El fuego a ráfagas que se dispara estos días alcanza a la esposa del presidente del Gobierno y al novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid. De momento. No descarten que desfilen ante los morteros otros amigos, amantes o asimilados de cualquiera de los dirigentes de los principales partidos. En el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez resucitó de nuevo la desteñida fotografía de Alberto Núñez Feijóo, muy joven, con el narco Marcial Dorado como si fuera el mismísimo Pablo Escobar. La exageración es inherente a cualquier ataque político mientras el personal asiste anonadado al espectáculo preguntándose en qué manos estamos.
Este es el país del «y tú más» donde el remoquete más repetido es el de que fulanito o menganita «tiene que dar muchas explicaciones», así, en superlativo, para subrayar la gravedad de la supuesta falta cometida. A los juicios de toda la vida celebrados en la sede de los tribunales, se han sumado los sumarísimos políticos y, por supuesto, los mediáticos con su correspondiente pena de telediario. Las acusaciones son directas y contundentes, sin matices. Los «supuestos» y los «presuntos», para referirse a los posibles delitos, han desaparecido para convertirse en sentencia antes incluso de que los organismos jurídicos hayan admitido a trámite las denuncias. Salvar el honor después de esto se antoja una tarea difícil cuando no imposible. Habrá que recordar el caso de Demetrio Madrid, y tantos otros, cuyos protagonistas pasaron al lado oscuro de la sociedad sin mediar condena alguna.
Así las cosas, cabe preguntarse quién va a querer prestar su tiempo y su experiencia a la política. Quién se va a arriesgar a ver mancillado su honor por culpa de un familiar o una relación sentimental. Quién, en suma, va a decidir dedicarse a la política, algo que en su día fue una actividad noble, para revolcarse en el barro y convertirse en un pim, pam pum social. Con todo, es de justicia romper una lanza por todos los cargos públicos que trabajan mucho y bien cada día con una honradez y una trayectoria intachables. Esto casi nunca se subraya. Y hay que hacerlo, porque, pese a todo el insoportable ruido ambiental, es la más absoluta de las verdades.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.