No podía imaginar nuestro querido Miguel Ríos cuando a mediados de los setenta cantaba aquello de «los viejos rockeros nunca mueren», que, casi cincuenta años después, aquella alusión a los pioneros americanos del rock'n'roll iba a podérsela aplicar en primera persona. El granadino, ... al filo de las ochenta primaveras, acaba de iniciar una gira que le llevará a recorrer media España para revivir con los seguidores incondicionales los temas que han jalonado buena parte de sus existencias. Miguel empezó siendo una figura en los sesenta y lo continúa siendo ahora. Todo un fenómeno que ha vuelto a los escenarios trece años después de haberse despedido de ellos en la gira 'Bye, bye, Ríos'.
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Pero no nos quedemos ahí. Joan Manuel Serrat, también octogenario, acaba de finalizar seis décadas de carrera musical en su serie de conciertos 'El vicio de cantar'. Raphael continúa siendo incombustible y Joaquín Sabina, un poco más joven, está recorriendo ciudades con su espectáculo 'Contra todo pronóstico'. La lista de los veteranos es larga y curiosa porque en cualquier localidad es posible encontrarse con Víctor Manuel, Rafa Sánchez, de La Unión, Los Secretos, Hombres G, que continúan arrasando, Nacha Pop o La Frontera. Resulta curioso que los mismos artistas que nos acompañaron en nuestra juventud, sigan llenando recintos y obteniendo triunfos tan peleados como merecidos.
La escena musical internacional camina por la misma senda. Hace algunas semanas pudimos ver en España a Bob Dylan, que ya ha cumplido ochenta y dos años. Ochenta tiene Mick Jagger que, al frente de los Rolling Stones, continúa actuando y está preparando el próximo disco de la banda británica. Lo mismo ocurre con Paul McCartney y ha pasado, hasta ahora, con Elton John, que acaba de despedirse tras una gira mundial que ha durado tres años. Resulta reconfortante comprobar como grandes músicos, a los que tanto hemos admirado, sigan en la brecha, tanto vital como artística, con una energía que no se compadece con su provecta edad. Aquí podemos incluir a Ian Anderson, comandando Jethro Tull, o a Roger Waters, interpretando los éxitos de su etapa en Pink Floyd. Hay sitio para todos porque la buena música no conoce edades.
En estos tiempos en los que ser joven parece más una obligación que una circunstancia vital, la gran pléyade de artistas que continúan protagonizando la actualidad musical es un ejemplo de que el talento y la profesionalidad carecen de limites temporales. Y no se trata de contraponer aquella música con el reguetón o el trap, imperantes ahora, lo bueno es que todos los géneros y estilos pueden convivir en una complementariedad que conjura exclusiones generacionales. Un ejemplo lo tienen en las emisoras radiofónicas especializadas en música. Escuchándolas, a veces, uno piensa que está en el verano de 1983, porque la inmensa mayoría de las canciones y de los artistas pertenecen a ese tiempo. De pronto, programan a Raw Alejandro, Quevedo o Rosalía, y reparamos en que estamos cerca de concluir el primer cuarto del siglo XXI. Los gustos, las modas, tienen su tiempo y después pasan, pero la calidad y las aportaciones creativas siempre serán reconocidas. Hay clásicos en el amplio sentido de la palabra y también clásicos populares, referentes de una época que no perece porque lo que crearon en su día continua teniendo vigencia. Que se lo digan a todos aquellos en plena forma para cantar y dar brincos en los escenarios a una edad en la que otros caminan dificultosamente con un andador. Definitivamente, el rock parece tener en su ADN el secreto de la eterna juventud.
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