No ganamos nunca, no metemos un gol, somos el hazmerreír de la Liga, ¡qué bochorno! Esta afición no pide una clasificación con opción a Champions, ni siquiera estar en los lugares más altos de la lista. Solo pretende, tener un motivo para seguir pasando frío ... en el gélido ecosistema de Zorrilla sin tener que guardar las mantas al lado de la frustración. Lo que solicitan los seguidores es alguna ilusión para seguir tirando, para continuar apoyando a un equipo que en los últimos tiempos parece salido de aquella película de George A. Romero que fue 'La noche de los muertos vivientes'; porque, no nos engañemos, el actual Pucela reparte cartelera entre aquel film mítico y 'Los Otros', de Amenábar, donde los protagonistas estaban muertos, aunque no lo sabían.
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Este es un equipo 'zombie', el farolillo rojo de la tabla, un conjunto de almas en pena que van dejando la impronta de su inanidad en los estadios para perder irremediablemente. No existe un rival, una visita a domicilio, una gesta, que le motive lo suficiente para ganar. Por contra, es el rigor de todas las desdichas, la caridad de una primera división que le sitúa en esa zona ineluctable que nos arrojará de nuevo al frio y desolado territorio de segunda al que no queremos volver.
Aquí hay que repartir culpas entre muchos, empezando, por supuesto, por el bien destituido Paulo Pezzolano (su agonía ya resultaba insoportable), el ínclito Domingo Catoira y, naturalmente, el presidente, Ronaldo Nazário, que posa raqueta en mano mientas el equipo se hunde en los abismos del descenso. En este análisis no se puede dejar atrás a los jugadores, deambulantes sobre un césped cualquiera que les conducirá a la anunciada derrota. Una más que sumar al conjunto de fracasos que, lamentablemente, ya son marca de la casa.
Si Dios no lo remedia, y no está para eso, el equipo será expulsado de la división de honor y nos tocará empezar otra vez de nuevo. No tenemos, desengañémonos, ni la plantilla, ni el proyecto, ni el liderazgo capaz de soportar este conjunto de adversidades sin tregua. Somos una anomalía doliente que malvive cada semana amarrada a ese lema que ya es puro escarnio y que dice: «Unidos por el objetivo». Este equipo, esta camiseta y el recuperado escudo, piden a gritos alguien que sea capaz de sacudirle de su letargo, devolverle la ilusión y hacer que brille en algún escenario. Son la plasmación del ejército de Pancho Villa, la banda borracha jugando a algo parecido al fútbol que, en ocasiones, no merece ni siquiera ese nombre, por algo ostentan el lamentable y humillante título de equipo más goleado.
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Y a pesar de eso, la afición no desfallece. Cada dos semanas acarrea abrigos, bufandas y termos para soportar el frío ambiental y la vergüenza de ver a su equipo naufragar. Vamos derrota tras derrota. Somos carne de segunda división por falta de proyecto, tiros a puerta, goles, jugadores de nivel y una hoja de ruta capaz de mantenernos donde debemos y merecemos estar. Y, por favor, decidle a los aguerridos 'community managers' que dejen de escribir sandeces en las redes sociales anunciando esperanzas, ineluctablemente frustradas, con un tono tan triunfal como patético. A estas alturas, ya solo vale ganar. Únicamente, cabe pedir una alegría que esta afición se merece, mientras sabe que el club de sus amores está actualmente desahuciado tras una primera fase de la temporada tirada, literalmente, a la basura por pura incompetencia de todos y cada uno de los responsables de este desastre sin paliativos. Por favor, marchaos.
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