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Anímense, a estas alturas ya hemos superado las copas de empresa, las comidas de empresa, las cenas de empresa, los saraos de otras empresas que no son la nuestra, algunas megacompras propias de estas fechas, las listas de regalos, las inevitables imágenes de las botellas ... de cava descorchándose en la televisión tras el sorteo de la lotería, las previsiones de qué vamos a cenar hoy y a comer mañana y, sobre todo, la decisión de en qué casas celebraremos estos ágapes, por lo demás siempre excesivos.
Hoy nos queda contestar decenas de mensajes que llegarán al móvil incesantemente, unos cargados de cursiladas almirabadas y otros con la sinceridad de los afectos de verdad. Algunos serán fruto de los 'bienquedas' que manufacturan un texto y lo distribuyen a toda su lista de contactos aplicando la ley del mínimo esfuerzo, otros, sin embargo, provendrán de familiares, amigos o compañeros que se han tomado la molestia de escribirlos y dirigírnoslos personalmente; los únicos, por cierto, que merecen una respuesta elaborada de igual modo.
Esta noche es Nochebuena y todos nos desearemos paz, amor y bien. Los noticiarios de televisión nos mostrarán, antes del discurso del Rey, cómo van a intentar pasar esas horas los afectados por la dana en la Comunidad Valenciana y el monarca, en su intervención, tendrá también palabras de aliento y comprensión para aquellos que lo han perdido todo, incluso a personas muy queridas en esa tragedia. La irrupción en las pantallas de la imagen del escudo real y los acordes himno nacional coincidirán, como todos los años, con la llegada a las casas de los invitados y con la tradicional voz del anfitrión preguntando: ¿quién quiere una cerveza?
Tras los besos y abrazos de rigor, unos sentidos y otros fingidos, vendrá la cena en la que no faltará lo mejor que cada cual pueda permitirse y, por supuesto, las conversaciones. Al calor del vino, los espumosos y los destilados, algún cuñado aparcará la paciencia y se pondrá a hablar de política contradiciendo a otros comensales y generando esa odiosa tensión que termina instalándose en algunas familias y que solo termina cuando los invitados se marchan ya bien pasada la medianoche. Los psicólogos han determinado que las celebraciones navideñas en familia constituyen, para algunas personas, un motivo profundo de ansiedad y estrés. Estos profesionales relatan cómo desde semanas antes de estas fiestas en las sesiones de terapia comienza a evidenciarse la preocupación por la situación que comporta el hecho de reunirse con familiares con los que apenas se tiene contacto el resto del año y con los que no en todos los casos existe una buena relación. Hay temor a los comentarios desafortunados, a las comparaciones entre miembros del clan y a los conflictos soterrados que, inevitablemente, existen en todas las casas. La Navidad no siempre se vive como un remanso de paz y las reuniones difieren de ser siempre tan entrañables como puede suponerse. Desde luego, guardan muy poca relación con los relatos publicitarios de sonrisas y perfección. Esta es la noche de los suegros, los cuñados y los primos. La noche del: «¿qué te cuesta ceder?», la del: «hazlo por la familia», la del: «tengamos la fiesta en paz», la del: «total, son solo unas horas». Ya sabemos, por experiencia, que las Navidades ideales no existen más que en los anuncios de turrones. Por eso, paciencia y ánimo. Ya queda menos para que puedan contestar con propiedad a la sempiterna pregunta de los próximos días, esa que suelen formular los amigos y que dice: las Navidades, ¿bien o en familia…?
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