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Bueno, pues ya está. Hemos dejado atrás un mes completo de celebraciones porque, aunque cueste creerlo, este país ha estado a medio gas desde hace exactamente treinta días. En el puente de la Constitución empieza toda una serie de celebraciones que incluyen aperitivos, comidas, cenas, ... reuniones de amigos, familiares, compañeros de trabajo y de todos los allegados posibles, aunque sean colegas de gimnasio. Estas últimas cuatro semanas se nos han pasado en un suspiro entre cocteles, copas, reuniones familiares, más o menos deseadas, cava, turrones, mazapanes, mantecados, pavos, besugos y demás parafernalias gastronómicas navideñas. Un «no va más» que exige ahora un 'Ramadán' voluntario de contención y sacrificios para preservar la línea y, sobre todo, la salud.
Con la apoteosis del roscón acaban de terminar las festividades propias de Navidad, año nuevo y Reyes. A partir de hoy toca guardar los árboles, las bolas de colores, el espumillón, las figuras del Nacimiento y los regalos que nos han gustado, porque a los otros les esperan unas largas jornadas de 'descambios', un vocablo horrísono que ha terminado aceptando la RAE contra todo pronóstico. Hoy, 7 de enero, constituye, en realidad, la primera jornada totalmente hábil de este recién estrenado año 2025. Toca la vuelta a las oficinas, a la Universidad, al colegio, el instituto y, en definitiva, a la habitualidad de siempre. Todo regresa, afortunadamente, a la normalidad y ahora debemos acostumbrarnos a retomar de nuevo nuestras vidas al igual que lo hacemos en cada comienzo de curso, en septiembre.
Como ocurre tras el verano este es, por antonomasia, el tiempo de los buenos propósitos: hacer dieta, apuntarse al gimnasio, a un curso para formarnos, establecer hábitos saludables y todo lo que ustedes puedan imaginar, porque seguro que transitan por los mismos parámetros de deseos que, inexorablemente, van a durar justo hasta San Antón, cuando en Valladolid se decía que «los días alargan un paso de lechón». O sea, poco o casi nada, pero es lo suyo tradicionalmente en este tránsito de un año al siguiente.
Lo importante es aceptar la rutina como algo confortable y salvífico. Una circunstancia que nos permitirá conectar con nosotros mismos después de un paréntesis irreal tan dulce y almibarado como los buenos deseos que hemos expresado y nos han hecho llegar. Una tregua en toda regla tras la qué toca volver a la normalidad, regresar donde solíamos y retomar de nuevo nuestra cotidianidad en el mismo punto en la que la dejamos a primeros de diciembre.
Es importante recogerlo todo, porque no hay nada que resulte más patético que los adornos navideños exhibidos extemporáneamente. Eso vale también para las autoridades municipales, porque una ciudad adornada de Navidad a mediados de enero es la expresión más palmaria de la dejadez y el abandono. Algo solo comparable a esa imagen patética que exhiben los carteles de los candidatos a las elecciones, colgados sonrientes de las farolas, semanas después de una derrota sin paliativos. De modo que es este el día en el que cabe desearles, con toda propiedad, un feliz inicio laboral del año. Ánimo y a por ello. En este martes todo se pone en marcha de nuevo sacudiéndose la pereza de unas fechas lánguidas ahogadas en una inevitable hiperglucemia. Toca regresar a lo de siempre y volver a acostumbrarnos a la rutina hasta que aparquemos lo habitual en el umbral del verano. Entonces corresponderá decir eso de «lo vemos en septiembre», como ahora el comodín nos ha servido para argumentar que todo lo dejábamos hasta «después de Navidades». Bueno, pues esa fecha ya ha llegado. Es, justamente, hoy.
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