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Dados rodando

La gripe también somos nosotros

«Este invierno viene cargado de diagnósticos que pueden complicarsey sabemos que la medida más oportuna de autoprevención son las vacunas. Ignorar esto es una insensatez que puede costar muy cara»

Antonio San José

Valladolid

Martes, 16 de enero 2024, 00:22

A pesar de tantos disparates alrededor, vivimos en un país sorprendente. Un lugar en el que cada año, desde mediados de octubre, es posible acudir a un centro de salud para recibir la vacuna de la gripe de forma total y absolutamente gratuita. Sin coste ... alguno, y en menos de quince minutos, hay ciudadanos responsables que aprovechan esta oportunidad propia del Estado del bienestar para protegerse de una enfermedad que no por habitual deja de ser menos peligrosa cuando las cosas se complican en función de la edad, el sistema inmunitario de cada uno o la existencia de trastornos previos de salud. La vacuna no evita totalmente el contagio, pero si este se produce lo normal es que la sintomatología sea leve y los efectos secundarios resulten pasajeros. Se trata de un pequeño gesto de responsabilidad individual, como autoprotección, y también una medida profiláctica para evitar contagiar a nuestro entorno más cercano. Un pinchazo, una inyección de cinco segundos y listo. Fácil, rápido, seguro y efectivo.

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Pues, a pesar de ello, hay gente reacia a la vacuna gripal, personas que desaprovechan voluntariamente la oportunidad por pereza, temor, ignorancia, desidia y, esto si que es bueno, «fatiga vacunal». El sorprendente término me lo ha facilitado la enfermera de un centro sanitario que escucha cada día este peregrino argumento por parte de los pacientes a los que sus médicos recomiendan protegerse. Al parecer, las campañas de vacunación de la covid, que tantas vidas salvaron, han dejado exhaustos a algunos recalcitrantes que consideran que ya han tenido suficiente con las dosis que en su día se establecieron para conjurar la pandemia. Es evidente que el nivel de inmunización contra las  nuevas variantes de esta enfermedad es llamativamente bajo, a pesar de que los casos continúan estando presentes entre nosotros, cada vez con mayor intensidad. Ante la posibilidad de recibir una nueva dosis hay ciudadanos que declinan la oferta y deciden pasar el invierno a cuerpo limpio convencidos de que el virus no les va a atacar.

Y ocurre que les ataca, y de qué manera. Entre la gripe A y los nuevos casos de covid tenemos en estos momentos los servicios de urgencias atestados y los centros de salud colapsados. El personal sanitario no da abasto para atender a tantos enfermos y las mascarillas han vuelto a nuestras vidas como recuerdo de un pasado que vuelve a erigirse presente, aunque sus efectos sean, afortunadamente, muy otros. Muchas de las personas que hoy se encuentran hospitalizadas, y casi todas las que están pasando la enfermedad con fiebre y tremendo malestar en sus casas, podrían haber cambiado las cosas con el simple hecho de vacunarse. Como dicen los especialistas en enfermedades respiratorias, una gripe o una covid en organismos vacunados es algo molesto, pero es muy improbable que resulte letal. Y es así, la gente en este país, como en otros, continúa muriéndose de gripe cada año y también de covid, por eso resulta preciso llamar a la responsabilidad general para adoptar las medidas de prevención adecuadas. Luego no nos quejemos. Este invierno viene cargado de diagnósticos que pueden complicarse y sabemos que la medida más oportuna de autoprevención son las vacunas. Ignorar esto es una insensatez que puede costar muy cara. Demos gracias por vivir en un país en el que, a pesar de todos los pesares, es posible disfrutar de un sistema nacional de salud del que poder sentirnos legítimamente orgullosos. No utilizarlo preventivamente se revela como un error y, lo que es más preciso, como una necedad que no deberíamos podernos permitir.

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