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El buen comportamiento del consumo este año va a coronarse con una campaña de Navidad que superará todos los récords. Y ello a pesar del incremento de los costes derivados de la inflación que han situado los precios de los hoteles y la restauración ... a niveles que comienzan a ser inaccesibles para una buena parte de la población que antes frecuentaba sus servicios. A pesar de todo, los viajes en el puente de diciembre están completos y pensar en comer o cenar en un local más o menos de moda sin reserva previa se antoja una tarea completamente imposible. El 'carpe diem' instalado en la sociedad después de la pandemia hace que quien puede se lance al disfrute sin pensar demasiado en el mañana. Incluso se da el hecho de que los créditos personales han aumentado últimamente en procura de cubrir los gastos familiares de ocio, un síntoma de la precariedad que acecha a las economías domésticas de la clase media española.
Con todo, los datos son elocuentes y dejan lugar a pocas interpretaciones. Las exportaciones han caído significativamente debido al frenazo económico de los países socios de destino. En concreto, los envíos de bienes al exterior han visto reducida su cuota en casi un cinco por ciento en los nueve primeros meses del año anunciando un drástico cambio de tendencia en medio de un panorama de debilidad en la zona euro. Europa, nuestro gran cliente a la hora de recibir productos, continúa debilitada y eso hará que, tarde o temprano, su precaria situación tenga un claro reflejo en la realidad de empresas e industrias. Los datos no admiten discusiones, por mucho que algunos no quieran verlos.
Otros indicadores no son más halagüeños. La compraventa de viviendas ha retrocedido hasta niveles de la pandemia con una caída interanual cercana al 25 por ciento que es la más acusada desde 2020. La subida de tipos de interés decretada por el Banco Central Europeo es la causa principal de esta situación que algunos expertos califican abiertamente de 'hundimiento' y que afecta tanto al parque de viviendas nuevas como a las de segunda mano. Repasar otros indicadores tampoco resulta más tranquilizador si tenemos en cuenta, por ejemplo, que la subida de las pensiones de acuerdo al IPC costará más de 7.600 millones de euros en 2024 y que la agencia de calificación Moody's alerta del aumento de riesgo político en nuestro país después de los pactos alcanzados por el presidente del Gobierno con los partidos independentistas. Como se ve, todo muy poco favorable en el entorno inmediato.
No se trata de anunciar el apocalipsis, sino de cobrar conciencia de una realidad que va a afectarnos cada vez en mayor medida y que no se conjura con el hecho irresponsable de no querer aceptarla anunciando una Arcadia feliz sin atisbos de realidad. Se impone decir la verdad y concienciar a los ciudadanos de la necesidad de moderar las alegrías. Afortunadamente, la ola aún no ha llegado al empleo que es la playa sobre la que se desatan todas las tempestades, pero, sin ánimo de ser agoreros, es previsible que tal cosa ocurra en algún momento. Parece que no terminamos de aprender de las crisis anteriores y nos resistimos a asumir una realidad a la que no podemos sentirnos ajenos de ninguna manera. Todo es muchísimo más caro: los bienes, los servicios, los alimentos, los viajes, comer fuera, hacer la compra, viajar, salir y tomarse un café o una cerveza. Hasta Nadia Calviño advierte de un escenario de alta incertidumbre y ralentización económica. Avisados estamos.
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