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Conviene asumir la irremediable condición de facha antes de osar criticar cualquier aspecto de la errática política practicada por Pedro Sánchez y el Gobierno en ... su conjunto. España está dividida entre aquellos que ponen lógicos reparos morales y constitucionales a los desafueros que se están cometiendo desde el poder y los entusiastas del sanchismo que aplauden con las manos abiertas (véase María Jesús Montero) todas las extravagancias del actual inquilino de la Moncloa. Los primeros son unos fascistas execrables, reaccionarios irredentos que merecen habitar en ese territorio creado por los que mandan y que han dado en denominar 'fachosfera'. Se trata de un planeta horrible habitado por fascistas, nazis y opositores a cualquier modo de avances sociales. Los del segundo grupo son los 'guays', gente que mola y muestra orgullosa su condición de ecologistas, feministas y progresistas que te pasas. Guardianes de la ortodoxia y garantes de que Franco no va a resucitar y la derecha y la ultraderecha jamás alcanzaran el poder, porque de hacerlo nos retrotrairían a la Edad de Piedra.
Así está el tablero político. La división social, trabajada denodadamente desde los tiempos del inefable presidente Zapatero, ha abierto en canal al país para determinar dos orillas, una de las cuales, la opuesta a Sánchez y los suyos, representa el modelo a batir. Ustedes no habrán escuchado desde hace meses hablar del PP o de Vox en boca del Gobierno o de sus satélites mediáticos. Siempre, y en toda circunstancia, se refieren a estos partidos como la «derecha y la ultraderecha». El lenguaje nunca es inocente y un mensaje así, repetido una y mil veces, consigue calar en un sector de la opinión pública y crear un marco mental de rechazo a todo lo que no sea Sánchez y su supuesta garantía de progreso. Parece un sarcasmo hablar de ese espíritu progresista cargando en su equipaje político con fuerzas como el PNV o Junts per Catalunya, partido que representa una derecha sin matices, pero el discurso imperante es ese y los enemigos a batir son Feijóo y Abascal, a los que presentan como una especie de Batman y Robin, para que no haya dudas de su unión hipóstatica, aunque la realidad sea muy diferente.
De modo que aquí nos tienen, instalados todos en la 'fachosfera' por discrepar de los disparates, las cesiones incomprensibles y los continuos cambios de opinión de un presidente del Gobierno que encarna a la perfección aquella humorada de Groucho Marx: «Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros». A Sánchez no le importa desdecirse porque desconoce el valor de la palabra dada. Lo que hoy es blanco mañana se presenta como negro y aquí no ha pasado nada. La política amoral permite gobernar con un practicismo carente de normas y defender sin despeinarse una cosa y la contraria. La incoherencia es la norma y la falta de valores la actuación constante de un Ejecutivo que se mueve buscando únicamente su supervivencia en momentos agónicos. El espectáculo es tan lamentable como indigno.
En la 'fachosfera' habitan jueces y fiscales, Felipe González, Alfonso Guerra, Fernando Savater, Félix de Azúa y muchos otros que otrora representaron valores de libertad y democracia y hoy son condenados por las terminales de Moncloa al triste papel de fachas.
Todo resulta lamentable, tanto como el deterioro del Estado de Derecho que producen estos enjuagues en procura de mantener el poder a cualquier precio sin que importe traspasar límites ni líneas que alguna vez fueron rojas y hoy han sido voladas impunemente por mor del puro tacticismo de la 'sanchezfera'.
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