

Secciones
Servicios
Destacamos
Lamentablemente, Europa se percibe internacionalmente como un museo antiguo perteneciente a lo que fue una familia de rancio abolengo venida a menos. Un club obsesionado ... por la regulación cuyo tiempo se gasta en determinar cómo los tapones de las botellas de plástico deben ir unidos por una delgada tira que dificulta el modo de beber o en determinar, absurdamente, la desaparición de los prospectos de los medicamentos en nombre de una sostenibilidad 'avant la lettre'. Donald Trump, lo comprobamos cada día, ignora abiertamente a la 'vieja dama' y la arrincona en sus tratos con Vladimir Putin para salvar la cara del líder ruso en Ucrania. El presidente estadounidense, gastando impresentables modos de nuevo sheriff mundial, ha revolucionado la geopolítica firmando frenéticamente con gruesos rotuladores indelebles una ingente cantidad de órdenes ejecutivas cada una de las cuales supone una alteración del estatus actual y una exhibición de mando y poderío con una desfachatez como nunca antes se había visto.
Durante muchas décadas Europa ha sido un espacio de paz alimentado por un estado del bienestar al que ha destinado la mayor parte de sus recursos. Una particularidad curiosa es que la defensa y la existencia de un ejército propio, aparte de la OTAN, nunca preocupó, porque de eso se encargaban los Estados Unidos, hasta que ha llegado de nuevo Trump y ha determinado que la fiesta se pague a escote entre todos o se lleva el tocadiscos y pone punto final al baile. Nos encontramos, de golpe, en el despertar de un largo letargo, cobrando conciencia de que tenemos que invertir en capacidades militares y que la política fácil de aranceles a los demás se ha terminado si no queremos recibir un trato recíproco por parte del amigo americano.
Por si esto fuera poco, llevamos tiempo comprobando como la locomotora europea que fue Alemania ha gripado y deja al descubierto una crisis económica que afecta directamente a toda la Unión. El país de Konrad Adenauer ya no es lo que era y el otro lado del eje, París, está también seriamente afectado por una situación de crisis que evidencia, y esto es lo más grave, una clamorosa ausencia de liderazgos fuertes en el continente. Basta ver la alineación actual: Friedrich Merz, Giorgia Meloni, Emmanuel Macron, Victor Orbán… y contraponerlos a los históricos dirigentes que construyeron Europa o la desarrollaron para caer en la cuenta de que a esta inanidad solo hemos llegado de una forma palmaría y evidente: degenerando.
Es conocida la anécdota de aquella pregunta que formuló hace décadas el Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger: «¿En caso de que necesite hablar con Europa, a qué número telefoneo?». En eso estamos, porque nuestra diversidad, una Unión de 27 países, es también, paradójicamente, nuestra mayor debilidad. La toma de decisiones se hace tediosa y difícil cuando se exige una unanimidad cada vez más utópica. Frente a esta realidad diversa, plural y tan diferente entre sí, Estados Unidos tiene la ventaja de reunirse consigo mismo o, a lo sumo, llamar a Putin o a Xi Jinping, que son los únicos líderes a los que Trump respeta del tablero geopolítico internacional. De forma que el G-8 ya es G-2 o, a lo sumo, G-3. Europa se está quedando para vestir santos, como aquellas antiguas tías solteronas, mientras otros le comen la tostada. Sin fuerza, sin ser respetada, carente de liderazgo y sumida en una crisis de modelo que amenaza su futuro, la UE está obligada a reaccionar para no convertirse en una realidad cada vez más arcaica. Ése el reto, y no es precisamente pequeño.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.